Canfield Jack - Chocolate Caliente Para El Alma Jun. 2016 | Page 138

Una vez recogidas las hojas de todos los alumnos, Donna agregó la suya. Tapó la caja, se la puso bajo el brazo, se encaminó hacia la puerta y salió al hall. Los alumnos siguieron a la maestra. Yo seguí a los alumnos. Al llegar a la mitad del corredor, la procesión se detuvo. Donna entró en la sala de los ordenanzas, dio algunas vueltas y salió con una pala. Con la pala en una mano y la caja de zapatos en la otra, Donna condujo a los estudiantes hasta el rincón más alejado del parque. Allí empezaron a cavar. ¡Iban a enterrar sus “No puedo”! La excavación llevó más de diez minutos porque la mayoría de los chicos quería colaborar. Cuando el pozo alcanzó más o menos noventa centímetros de profundidad, dejaron de cavar. Acomodaron la caja de los “No puedo” en el fondo del pozo y la cubrieron rápidamente con tierra. Alrededor de la tumba recién cavada, había treinta y un chicos de diez y once años. Cada uno tenía por lo menos una página llena de “No puedo” en la caja de zapatos, a un metro de profundidad. La maestra también. En ese momento, Donna anunció: “Chicos, por favor junten las manos y bajen la cabeza”. Los alumnos obedecieron. En seguida, formaron un círculo en torno de la tumba y formaron una ronda tomados de las manos. Bajaron la cabeza y esperaron. Donna dijo su oración.