Canfield Jack - Chocolate Caliente Para El Alma Jun. 2016 | Page 120
daría toda la cinta adhesiva del mundo para que pudieras hablarme”. Los amigos de Mark llenaban la iglesia. La hermana de Chuck cantó un himno. ¿ Por qué tenía que llover el día del funeral? Ya era suficientemente difícil estar junto a la tumba. El pastor dijo las plegarias habituales y la corneta tocó a silencio. Uno por uno, todos los que querían a Mark pasaron junto al cajón y lo rociaron con agua bendita. Fui la última en bendecir el cajón. Mientras estaba allí, uno de los soldados que había llevado el féretro se me acercó.- ¿ Usted fue profesora de matemática de Mark?-preguntó. Asentí sin dejar de mirar el cajón. – Mark hablaba mucho de usted – dijo. Después del funeral la mayoría de los compañeros de clase fueron a almorzar a la casa de Chuck. Allí estaban la madre y el padre de Mark, obviamente esperándome. – Queremos mostrarte algo – dijo el padre, sacando una billetera del bolsillo-. Mark llevaba esto cuando lo mataron. Pensamos que lo reconocería. Al abrir la billetera, extrajo con cuidado dos hojas de cuaderno gastadas que obviamente habían sido tocadas, desplegadas y dobladas muchas veces. Sin necesidad de mirarlas, supe que eran las hojas en las que había anotado las cosas buenas que habían dicho los compañeros de Mark sobre él. – Muchas gracias por hacer esto – dijo la madre-. Como ve, Mark lo guardó como un tesoro.