Canfield Jack - Chocolate Caliente Para El Alma Jun. 2016 | Seite 118
clase aplaudió cuando me acerqué al banco de Mark, le
quité la cinta y me encogí de hombros. Sus primeras
palabras fueron: “Gracias por corregirme, Hermana”.
A fin de año, me llamaron para enseñar matemática
en primer año. Pasaron los años y sin darme cuenta
volví a tener a Mark en mi clase. Estaba más lindo que
nunca e igual de educado. Como tenía que prestar
mucha atención a mis explicaciones de matemática, no
hablaba tanto como en la primaria.
Un viernes, las cosas no andaban muy bien.
Habíamos trabajado mucho con un nuevo concepto
toda la semana y me daba cuenta de que los chicos se
sentían frustrados y crispados entre ellos. Debía
terminar con este malestar antes de que se
descontrolaran. Entonces, les pedí que hicieran una
lista con los nombres de los alumnos de la clase en dos
hojas de papel, dejando espacio entre cada nombre.
Después, les pedí que pensaran lo más lindo que se les
ocurriera respecto de sus compañeros de clase y que lo
escribieran.
La tarea les llevó todo el resto de la clase, pero al
salir del aula, cada uno me entregó su papel. Chuck
sonrió. Mark dijo: “Gracias por enseñarme, Hermana.
Que tenga un buen fin de semana”.
Ese sábado, escribí el nombre de cada alumno en una
hoja suelta y transcribí todo lo que los demás habían
dicho acerca de él. El lunes, le entregué a cada uno su
lista. Algunas ocupaban dos páginas. Muy pronto, toda