Canfield Jack - Chocolate Caliente Para El Alma Jun. 2016 | Page 117

cuatro alumnos, pero Mark Eklund era uno en un millón. De aspecto muy prolijo, tenía tanta alegría de vivir que hasta su ocasional malicia resultaba encantadora. Mark hablaba sin parar. Yo trataba de recordarle una y otra vez que hablar sin permiso no estaba bien. Lo que me impresionaba, sin embargo, era la respuesta sincera que me daba cada vez que lo corregía por portarse mal: “¡Gracias por corregirme, Hermana!” Al principio no sabía qué hacer pero en seguida me acostumbré a oírlo muchas veces al día. Una mañana mi paciencia estaba a punto de agotarse cuando Mark volvió a hablar. Cometí un error de docente novato. Miré a Mark y le dije: “¡Si dices una palabra más, te taparé la boca con cinta adhesiva!” No habían pasado diez segundos, cuando Chuck exclamó: “Mark está hablando de nuevo”. No les había pedido a los demás alumnos que me ayudaran a vigilar a Mark, pero como había mencionado el castigo frente a clase, tenía que cumplirlo. Recuerdo la escena como si hubiera sido hoy. Caminé hasta mi escritorio, abrí deliberadamente el cajón y saqué un rollo de cinta adhesiva. Sin decir una palabra, fui hasta el banco de Mark, corté dos pedazos de cinta e hice una gran X con ellos sobre su boca. Luego volví al frente de la clase. Cuando miré a Mark para ver qué hacía, me guiñó el ojo. ¡Eso fue lo que hizo! Empecé a reírme. Toda la