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literatura fantástica
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Juego de tronos

EDDARD

Los visitantes entraban como un río de oro , plata y acero bruñido por las puertas del castillo , más de trescientos , la élite de los abanderados , los caballeros , las espadas leales y los jinetes libres . Sobre ellos ondeaban una docena de estandartes dorados , agitados por el viento del norte , en los que se veía el venado coronado de Baratheon .
Ned conocía personalmente a muchos de los jinetes . Allí estaba Ser Jaime Lannister , de cabellos tan brillantes como el oro batido , y Sandor Clegane , con el espantoso rostro quemado . El muchachito alto que cabalgaba junto a él sólo podía ser el príncipe heredero , y el hombrecillo atrofiado que iba detrás de ellos era sin duda el Gnomo , Tyrion Lannister .
Pero el hombretón corpulento que cabalgaba al frente de la columna , flanqueado por dos caballeros con las capas níveas de la Guardia Real , era casi un desconocido para Ned ... hasta que se bajó del caballo de guerra con un rugido harto familiar , y lo estrechó en un abrazo de oso que le hizo crujir los huesos .
—¡ Ned ! ¡ Cómo me alegro de verte ! ¡ Sigues igual , no sonríes ni aunque te maten ! — El rey lo examinó de pies a cabeza y soltó una carcajada —. ¡ No has cambiado nada !
Ned habría deseado poder decir lo mismo . Habían pasado quince años desde que cabalgaran juntos para conquistar un trono . El señor de Bastión de Tormentas era entonces un joven de rostro afeitado , ojos claros y torso musculoso ; el sueño de cualquier doncella . Con sus dos metros de altura , se erguía por encima de todos los demás , y cuando se ponía la armadura y el gran yelmo astado de su Casa se convertía en un verdadero gigante . También tenía la fuerza de un gigante , y su arma favorita era una maza de hierro con púas que Ned apenas si podía levantar . En aquellos tiempos , el olor del cuero y la sangre lo envolvía como un perfume .
Ahora era el perfume lo que lo envolvía como un perfume , y tenía una circunferencia tan excepcional como su estatura . Ned había visto al rey por última vez hacía nueve años durante la revuelta de Balón Greyjoy , cuando el venado y el lobo huargo se unieron para poner fin a las pretensiones del que se había proclamado rey de las Islas del Hierro . Desde aquella noche en que estuvieron juntos ante la fortaleza vencida , donde Robert aceptó la rendición del señor y Ned se llevó a su hijo Theon como rehén y pupilo , el rey había engordado al menos cuarenta kilos . Lucía una barba negra y tan basta como el alambre , que por lo menos servía para ocultar la papada y los temblorosos mofletes del rey , pero nada podía disimular la barriga ni las bolsas oscuras bajo los ojos . Pero ahora Robert era el rey de Ned , y no sólo un amigo . No podía decirle aquello . — Alteza — fue su saludo —. Invernalia está a vuestra disposición . El resto del grupo también había desmontado , y los mozos de cuadra acudieron a llevarse los caballos . La reina consorte de Robert , Cersei Lannister , entró a pie junto con sus hijos mayores . La casa sobre ruedas en que habían viajado , un enorme carruaje de dos pisos hecho de roble y metales dorados , que remolcaban cuarenta caballos de tiro , era tan ancha que no podía pasar por las puertas del castillo . Ned hincó una rodilla en la nieve para besar el anillo de la reina , mientras Robert abrazaba a Catelyn como si fuera una hermana largo tiempo ausente . A continuación presentaron a sus respectivos hijos , con los comentarios típicos por parte de los adultos .
— Llévame a tu cripta , Eddard — dijo el rey a su anfitrión en cuanto terminaron las formalidades del recibimiento —. Quiero presentar mis respetos .
El corazón de Ned se llenó de afecto hacia el rey por recordarla aún después de tantos años . Pidió una lámpara de aceite . No hacía falta decir más . La reina había iniciado una protesta , llevaban viajando desde el amanecer , todos estaban cansados y tenían frío ; lo primero era descansar un rato . Que los muertos esperasen . No dijo más . Robert le había dirigido una mirada , y su hermano gemelo , Jaime , la agarró por un brazo y la apartó de allí en silencio .
Ned y aquel rey al que apenas reconocía bajaron juntos a la cripta . Los tortuosos peldaños de piedra eran estrechos . Ned iba delante con la lámpara .
— Ya pensaba que no íbamos a llegar nunca a Invernalia — se quejó Robert mientras descendían —. Tal y como se habla de mis Siete Reinos en el sur , uno tiene tendencia a olvidar que tu parte es tan grande como los otros seis juntos .