literatura fantástica
Juego de tronos
— Lo que importa es su linaje. Es suficientemente mayor para el khal— le respondió Illyrio por enésima vez—. Y miradla ahora. Ese pelo tan rubio, esos ojos púrpura... La sangre de la antigua Valyria corre por sus venas, no cabe duda, no cabe duda. Además, es la hija del viejo rey y la hermana del nuevo, Drogo enloquecerá por ella. Cuando le soltó la mano, Dany se dio cuenta de que la suya temblaba.— Tienes razón— dijo su hermano, titubeante—. A esos bárbaros les gustan cosas muy raras.
Niños, caballos, ovejas...— Será mejor que no se lo digáis a Khal Drogo— señaló Illyrio.—¿ Me tomas por idiota?— La ira relampagueó en los ojos lila de su hermano.— Os tomo por un rey— contestó el magíster con una ligera reverencia—. Los reyes no adoptan las mismas precauciones que los hombres vulgares. Perdonadme si os he ofendido.— Se dio la vuelta y dio unas palmadas para llamar a los porteadores.
Las calles de Pentos estaban ya oscuras cuando se pusieron en marcha en el palanquín de Illyrio, decorado con tallas muy elaboradas. Dos criados caminaban delante para iluminarles el camino con recargadas lámparas de aceite de cristal azul claro, mientras una docena de hombres fuertes cargaban las varas sobre sus hombros. Dentro, tras las cortinas, hacía calor e iban demasiado apretados. Dany percibía con claridad el hedor de las carnes pálidas de Illyrio incluso a través de sus perfumes pegajosos.
Su hermano, que iba junto a ella tendido entre almohadones, no se dio cuenta. Su mente estaba muy lejos, al otro lado del mar Angosto.
— No nos hará falta todo su khalasar— dijo Viserys. Jugueteaba con el pomo de la espada prestada, aunque Dany sabía que nunca había blandido una por necesidad—. Me bastará con diez mil. Sí, con diez mil dothrakis puedo arrasar los Siete Reinos. Y hay otros que tampoco quieren al Usurpador. Tyrell, Redwyne, Darry, Greyjoy... Los de Dorne arden en deseos de vengar la muerte de Elia y de sus hijos. Y el pueblo llano estará con nosotros. Claman por su rey.— Miró a Illyrio con ansiedad—. ¿ No es cierto?
— Son vuestro pueblo, y os aman— dijo el magíster Illyrio, afable—. A lo largo y ancho de todo el reino, en todos los poblados, los hombres brindan por vos en secreto y las mujeres bordan dragones en los estandartes y los esconden a la espera del día en que volváis cruzando las aguas.— Se encogió de hombros—. Al menos, eso me dicen mis agentes.
Dany no disponía de agentes ni de manera alguna de saber qué hacía o pensaba el pueblo al otro lado del mar Angosto, pero desconfiaba de las palabras aduladoras de Illyrio. En realidad, desconfiaba de todo lo que viniera de él. En cambio, su hermano asentía con entusiasmo.
— Yo mismo me encargaré de dar muerte al Usurpador— prometió el joven, que nunca había matado a nadie—, igual que él mató a mi hermano Rhaegar. Y también acabaré con Lannister, el Matarreyes, por lo que le hizo a mi padre.— Eso sería de lo más apropiado— dijo el magíster Illyrio. Dany vio asomarse una sonrisa entre los labios regordetes, pero su hermano no se dio cuenta. Viserys asintió y apartó una cortina para contemplar la calle. Dany supo que estaba luchando una vez más en la Batalla del Tridente.
La mansión de nueve torreones de Khal Drogo se alzaba junto a las aguas de la bahía, con los altos muros de ladrillo cubiertos de hiedra clara. Illyrio les había dicho que fue un regalo de los magísteres de Pentos al khal. Las Ciudades Libres siempre eran así de generosas con los señores de los caballos.
— No es que tengamos miedo de esos bárbaros— les explicó con una sonrisa—. El Señor de la Luz defendería los muros de nuestra ciudad contra un millón de dothrakis... o eso nos aseguran los sacerdotes rojos. Pero ¿ para qué correr riesgos, cuando la amistad se puede comprar a tan bajo precio?
El palanquín se detuvo ante la puerta de la finca, y uno de los guardias de la casa apartó bruscamente los cortinajes. Tenía la piel cobriza y los ojos almendrados de los dothrakis, pero iba afeitado y llevaba el casco de bronce con punta de los Inmaculados. Les dirigió una mirada fría. El magíster Illyrio le gruñó algo en el áspero idioma dothraki; el guardia replicó de la misma manera y les hizo una señal para que cruzaran la puerta.
Dany advirtió que su hermano tenía la mano crispada sobre la empuñadura de la espada ajena. Parecía casi tan asustado como ella.
— Eunuco insolente— murmuró Viserys mientras el palanquín se alzaba de nuevo y se dirigía hacia la casa.
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