canciones de hielo y fuego Cancion de hielo y fuego 1 | Page 16
literatura fantástica
Juego de tronos
—Debe aprender a enfrentarse a sus miedos. —Ned frunció el ceño—. No va a tener tres
años toda la vida. Y se acerca el invierno.
—Es verdad —asintió Catelyn.
Aquellas palabras le provocaron un escalofrío, como siempre. Eran el lema de los Stark.
Todas las familias nobles tenían un lema. Y esas consignas familiares, piedras de toque, aquella
especie de plegarias, eran alardes de honor y gloria, promesas de lealtad y sinceridad, juramentos
de valor y fidelidad... Todos menos el de los Stark. El lema de los Stark era: «Se acerca el
Invierno». Catelyn reflexionó sobre lo extraños que eran aquellos norteños. No era la primera vez
que lo hacía.
—He de reconocer que ese hombre murió bien —dijo Ned. Tenía en la mano un retal de
cuero engrasado. Mientras hablaba, lo pasaba con suavidad por la hoja del espadón, haciendo que
el metal cobrara un brillo oscuro—. Me alegré por Bran. Habrías estado orgullosa de él.
—Siempre me enorgullezco de Bran —señaló Catelyn.
No apartaba la vista de la espada. Se veían claramente las ondulaciones del interior del
acero, donde el metal fuera plegado cien veces sobre sí mismo en la forja. A Catelyn no le
gustaban las espadas, pero era innegable que Hielo poseía una belleza propia. La habían forjado
en Valyria, antes de que la Condenación cayera sobre el antiguo Feudo Franco, donde los herreros
trabajaban el metal tanto con hechizos como con martillos. Hielo tenía cuatrocientos años y
conservaba el filo del día en que la forjaron. Su nombre era aún más antiguo, un legado de la edad
de los héroes, cuando los Stark eran los Reyes en el Norte.
—Con el de hoy van cuatro este año —dijo Ned, sombrío—. El pobre estaba medio loco.
Algo le inspiraba un miedo tan profundo que ni me entendía cuando le hablaba. —Suspiró—. Ben
me ha escrito, dice que la Guardia de la Noche tiene ahora menos de mil miembros. No SON sólo
las deserciones. Últimamente también están perdiendo hombres en las expediciones.
—¿Será por los salvajes?
—Estoy seguro. —Ned alzó a Hielo, y contempló la longitud del frío acero—. Y esto irá a
peor. Puede que llegue el día en que no os quede más remedio que llamar a nuestros abanderados
y cabalgar hacia el norte para encargarnos de una vez por todas de ese Rey-más-allá-del-Muro.
—¿Ir fuera del Muro? —La sola idea hizo que Catelyn se estremeciera.
—No tenemos nada que temer de Mance Rayder —dijo Ned, que había visto el temor
dibujado en su rostro.
—Más allá del Muro hay cosas aún peores.
Volvió la vista para contemplar el árbol corazón, con la corteza clara y los ojos rojos, que
los observaba, los escuchaba, que parecía pensar con lentitud.
—Pasas demasiado tiempo escuchando los cuentos de la Vieja Tata.—
El sonrió con cariño—. Los Otros están tan muertos como los niños del bosque, hace ocho
mil años que desaparecieron. En opinión del maestre Luwin, no existieron nunca. Nadie los ha
visto jamás.
—Hasta esta mañana nadie había visto jamás un lobo huargo —le recordó Catelyn.
—No escarmiento, a estas alturas ya debería saber que no se puede discutir con una Tully —
dijo con sonrisa pesarosa. Deslizó a Hielo dentro de su vaina—. No habrás venido hasta aquí a
contarme historias de miedo, ¿verdad? Ya sé que este lugar no te gusta. ¿De qué se trata, mi señora?
—Hoy hemos recibido noticias amargas, mi señor. —Catelyn tomó la mano de su esposo—.
No he querido molestarte hasta que no te hubieras aseado. —No había manera de suavizar el golpe, así
que se lo dijo directamente—. Lo siento mucho, mi amor. Jon Arryn ha muerto.
Lo miró a los ojos, y vio cuan duro era el golpe, como había supuesto que sería. En su
juventud, Ned había estado como pupilo en el Nido de Águilas, y Lord Arryn, que no tenía hijos, había
sido como un padre para él y para su otro pupilo, Robert Baratheon. Cuando el rey loco Aerys II
Targaryen pidió sus cabezas, el señor del Nido de Águilas alzó en una revuelta a sus abanderados de la
luna y el halcón, antes que entregar a aquellos a los que había jurado proteger.
Y, hacía ahora quince años, este segundo padre se había convertido también en su cuñado,
cuando Ned y él se casaron al mismo tiempo con dos hermanas, las hijas de Lord Hoster Tully, en el
sept de Aguasdulces. —Jon... —dijo él—. ¿Está confirmada la noticia? —La carta llevaba el sello real,
y era del puño y letra de Robert. Te la he guardado. Dice que la muerte de Lord Arryn fue muy rápida.
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