CAMPEONATO DEL MUNDO CANADA 1994
Toronto y Hamilton, dos ciudades vecinas a orillas del Lago Ontario y fronterizas con Estados Unidos, fueron elegidas como sedes del campeonato. La infraestructura de la zona, con buenas comunicaciones, numerosas plazas hoteleras y tres pabellones con plenas garantías para la práctica del baloncesto, eliminaba los problemas. Nada de recorrer largas distancias con la elección de distintas ciudades-sede, todo muy próximo, todo muy cómodo, muy al gusto americano. Toronto había recibido la concesión de un equipo de la NBA, que haría su debut en la competición ese mismo año, y se sentía obligada a mostrar una buena imagen ante sus vecinos, lo que se convirtió en el principal eje del campeonato: cualquier petición del conjunto estadounidense se admitía al instante.
El formato del torneo se mantuvo similar al utilizado en Argentina cuatro años antes. Los 16 participantes, repartidos en cuatro grupos, jugaron por el sistema de liguilla tras lo cual los dos primeros de cada grupo pasaban a disputar la fase final divididos a su vez en dos grupos para decidir el orden en el que se disputarían los puestos finales con los tradicionales cruces. En la otra parte de la tabla, los cuatro terceros de cada grupo disputarían los puestos del noveno al duodécimo; y los cuatro últimos, las plazas decimotercera a decimosexta.
Las dos primeras fases de competición se disputaron en el Mapple Leaf Gardens de Toronto y en el Coops Coliseum de Hamilton, ambos pabellones con capacidad para 17.000 espectadores. Las semifinales y finales se desplazaron al Sky Dome de Toronto, un modernísimo complejo provisto de una cubierta móvil y en el que se pueden reunir 32.000 espectadores.
CHINA ROMPE PRONOSTICOS
El primer grupo lo formaban Estados Unidos, Brasil, España y China. No había discusión posible sobre que los norteamericanos ocuparían la primera plaza. Era un equipo sobrado de juventud, talento y mala educación en el que los Shawn Kemp, Derrick Coleman y Shaquille O’ Neal sacaron de quicio al técnico Don Nelson que nunca pudo imponer la disciplina mínimamente exigible. Como es lógico, ganaron todos sus partidos aunque su juego no cautivó a los espectadores. La segunda posición del grupo marcaba para España y Brasil-con China nadie contaba- la línea entre el éxito y el fracaso. Para los dos equipos, inmersos en una profunda remodelación, meterse en el grupo de los mejores parecía imprescindible. España, tras el descalabro padecido en los Juegos de Barcelona, había comenzado nueva época de la mano de Lolo Sainz; Brasil, ya sin los Oscar, Gerson e Israel, intentaba renacer de sus cenizas bajo la batuta de Enio Vecchi.
Los españoles parecen superiores: anímicamente se encuentran crecidos pues han dado una buena imagen ante Estados Unidos en el partido inaugural( 115-100); los brasileños, por el contrario, andaban alicaídos: han sucumbido en la prórroga ante China( 97-93) y sus posibilidades de estar en la siguiente fase entre los mejores se reducen a ganar a los hispanos y propiciar un triple empate que a la postre les resulte ventajoso. España con Epi, el pasado glorioso, y Herreros, el futuro prometedor, se impone( 73-67) pese a mostrar poca confianza en sus bases, escasa pelea en los pivots y confirmar la autodestrucción de Villacampa.
El partido contra China debía ser la confirmación para que España accediera a la fase de los mejores. Nada de eso sucede. Tras un excelente primer tiempo con Jofresa dirigiendo muy bien al equipo y un Herreros muy acertado, los españoles adquieren 15 puntos de ventaja( 46-31). Todo parecía sentenciado, pero entonces los hombres de Lolo Sainz deciden autoinmolarse, sin respuesta ante el juego chino muy certero desde más allá de la línea de tres puntos.
82 FUNDACIÓN PEDRO FERRÁNDIZ