Al respecto la pregunta que la misma escritura nos plantea es: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera” (Rm. 6:1, 15).
Inmediatamente se nos da la respuesta corta y afirmativa a esta pregunta retórica, con un rotundo y contundente no. Es evidente que, si la gracia de Dios fuera nada más el perdón de Dios, concedido de forma indiscriminada a todos los que se lo pidan, la respuesta para la pregunta planteada sería un resonante: "¡Sí, claro que si! Siendo que la gracia de Dios es vida, debemos andar en vida nueva. Estas acciones piadosas, son producto de la gracia derramada y la acción del Espíritu Santo. Tampoco las producimos nosotros, sino que son el resultado de la obra redentiva. ¡Esto es gracia! Que siendo muertos tengamos vida y siendo estériles nos haga fructíferos. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2:8-10).
CONCLUSIÓN
La conclusión evidente de la gracia es que tenemos la vida de Dios y, por tanto, debemos vivir en novedad de vida, en honor y gratitud al autor de la misma. “Y Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1). “…consideraos… vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm. 6:11).
Entender la gracia de Dios es comprender que vivimos para el Señor y practicamos su ley, no como letra, sino como gracia. “Porque por fe andamos, no por vista” (2 Cor. 5:7). La fe del verdadero cristiano lo debe dinamizar para vivir su nueva vida en obediencia y dependencia total a su nuevo Amo: Jesucristo. Ya no vivimos por los criterios de este mundo, sino por los que nos enseña la Palabra.
Queridos lectores, la gracia de la gracia, es que disfrutemos de los beneficios del Señor y su palabra, los cuales se traducen en frutos de carácter o piedad, que atestiguan que estamos en Él.