de Jesús” (Rm. 3:26). “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…” (Hb. 12:2. Por nuestra naturaleza de pecado ¿quién puede confiar en Jesús y su Palabra? ¡Nadie! La buena noticia es que Él mismo se encargó de poner la fe para salvación en nuestro corazón. Por eso es que hoy podemos confiar en Él y su bendita Palabra. ¡Señor Jesús esto también merece ser celebrado exaltando tu hermosa providencia a favor de los pecadores escogidos para salvación!
3. EL RESULTADO: VIDA
Con relación al tema, hemos dicho que el marco teórico, o estructural es la ley. El marco metodológico o providencial es Cristo, que por su sacrificio satisfizo las demandas de la ley y por la fe que nos regaló nos permite confiar en su obra perfecta. Si dejáramos hasta ahí, podríamos con facilidad caer en el vacío de la pasividad o irresponsabilidad de confiar en una obra que no implica deberes o acciones de parte de los beneficiarios. Tal entendimiento y práctica es un desacierto, en el que muchos han caído. Con frecuencia escuchamos que la gracia es no hacer nada o que la gracia es sólo creer y nada más. No obstante, la fe sin obras es muerta y no tiene vida en sí misma. Por tanto, es imperativo como parte integral de la definición y aplicación de la gracia, que comprendamos nuestros deberes, testimonio o acciones responsables como expresión de su gracia manifiesta.
Nos permitimos hablar del marco práctico y operativo en el cual se atestigua con evidencia de la gracia derramada; de lo contrario: ¿cuál es la gracia? Sin fruto, sin acciones, sin evidencias o testimonio, es imposible anunciar que somos objetos de su gracia inmerecida. Entonces, lejos de considerar que somos salvos por Cristo y no hacemos nada; debemos enseñar lo que el evangelio advierte. Una vez somos salvos, debemos caminar en las buenas obras que Dios preparó de ante mano. El fruto cristiano de buenas obras es un altoparlante de la gracia recibida y un testimonio de confianza y entendimiento adecuado del evangelio. Hoy día abundan personas que consideran que ellos pueden vivir vidas inmundas y sin piedad; sólo con la premisa retórica de la salvación aplicada. Si bien es cierto que la salvación es segura y la gracia inmerecida; debemos manifestar con obras producidas por el Espíritu Santo, que hemos sido considerados dignos receptores de tan maravillosa bendición.
Entonces cuando el texto dice: “que el justo por la fe vivirá”; implica acciones responsables y evidentes de vida nueva. No hace mención solamente a verdades conceptuales, sino a verdades encarnadas en el modo de vida cristiana. Por consiguiente, lo que afírmanos es que la gracia no es solamente afirmar conceptos y descansar en promesas, sino atestiguar estos conceptos con la vida. La gracia entonces se vive y se encarna. Gracia es ver lo que ha sido obrado por fe y se ha imputado por justicia. Sin estas evidencias de piedad o fruto de vida nueva, negamos los conceptos y verdades que profesamos. Una religión muerta se basa en principios o conceptos y no se atestigua con acciones. Cuando la biblia habla de obras de fe, se refiere a expresiones de la gracia y no a medios para adquirirla o conservarla. Recordemos que la gracia es permanente, eficaz y segura. Sin embargo, las obras son testigos elocuentes o acciones piadosas disientes de la gracia que se nos ha otorgado. ¡Esto es gracia!