propiciación o provisión sustitutiva por los pecados de su pueblo y testigo elocuente de la maldad de los perversos que no se arrepentirán, ni le adoraran como conviene. Sin la mediación de Cristo, estamos muertos, perdidos y destituidos. Entonces gracia es, que no pudiendo y debiendo cumplir la ley; Cristo la cumplió en nuestro lugar. De tal manera, que a su pueblo no se le exige el cumplimiento de la ley, sino la fe en quien la cumplió por excelencia y satisfizo sus demandas judiciales. De esta forma. “ya no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús, sino que han pasado de muerte a vida”.
La fe en la obra perfecta de Cristo es la gracia de la gracia. Porque si la gracia se fundamenta en la estructura o marco legal y teórico y no tiene provisión celestial para su satisfacción, no sería gracia, sino simplemente ley o letra. No obstante, la ley esta bañada de su gracia, para que tengamos esperanza. Por lo tanto, el marco teórico, se nos revela mediante el método o provisión eterna que es el Cordero. Con esta provisión manifiesta, podemos tener fe y ser salvos de la ira de Dios. La fe es un don de Dios. En tal sentido, la justicia viene de Dios por la ley y la fe viene de Dios por Cristo que cumple la ley. No es una fe muerta, racional o conceptual. Sino una fe viva expresada y puesta en la obra perfecta, objetiva y eficaz del Cordero vencedor. Podemos afirmar que no hay gracia sin ley y no hay una confianza acertada en la ley de Dios, al menos que sea por la fe que se nos regala. La justicia se imputa a la obra de Cristo y la fe se da como provisión para creer, conocer y confiar en quien se entregó voluntariamente para el perdón de nuestros pecados. ¡Que maravilla! Esta es la gracia de la gracia.
No es un indulto, una tolerancia o un pasar por alto; sino una satisfacción plena, una obediencia perfecta y una sujeción absoluta a sus normas. De tal manera, que la ley queda intacta; eso es justo. La obediencia es cumplida perfectamente; eso es justo. Las demandas satisfechas en plenitud; eso es justo. Tal justicia absoluta y segura, se nos manifiesta o revela a nivel de normas de gracia y de un mediador gracioso que por la fe nos deja confiar en su verdad y descansar en Cristo. ¿Si esto no es gracia, entonces que es? La gracia es que no hemos hecho nada para la justicia, ni para la fe; pero la hemos recibido por Cristo y de manera segura y perfecta. No por obras nuestras, sino por la obra de Cristo. La gracia es que ni la justicia ni la fe, depende en absoluto de nosotros. El evangelio demanda confiar en la obra justa y en el beneficio gracioso que nos llega por Cristo en su sacrificio sustitutivo.
No obstante, no quedamos libres de la ley; sino sumisos a ella, con la certeza de su cumplimiento por medio de Cristo. No sólo se nos imputa su justicia, sino su obediencia completa. El regalo de la fe, nos deja ver los beneficios del Benefactor al cargar a la cuenta de sus hijos, los alcances y beneficios de su obra sustitutiva. De esta forma, queda la ley cumplida, la justicia satisfecha y sus hijos justificados y cubiertos de su gracia incomparable e inmerecida. ¡Esta es la gracia!