, ningún hombre puede cumplir la ley y satisfacer sus demandas. “Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad” (Sal. 5:5). Por tanto, justamente todos estamos condenados. Entonces ¿cuál es la gracia? Pues la gracia es que requerimos ser justificados y que la ley violentada flagrantemente, sea satisfecha para la gloria del Benefactor y beneficio de los beneficiarios. ¡Que desafío exponencial! Hombres pecadores requiriendo justicia. Por justicia lo que reciben es muerte y condenación. Pero eso, aunque es justo, no sería gracia.
Entonces la gracia es que un Juez justo y celestial, satisfaga las demandas de la ley rebeldemente trasgredida y nos traiga justamente como resultado o beneficio la justicia del Benefactor. Solo así, seremos libres de la ira de Dios y de las demandas exigentes de la ley y sus consecuencias punitivas. Además, debemos reiterar que el Benefactor aborrece el pecado y lo condena justamente en todas sus expresiones. En tal sentido, según las obras de la ley que fundamenta la gracia no hay justificación; que es la declaración de justicia a los beneficiarios elegidos. Lo único que podemos esperar es sentencia oficial, sobre la base justa de la ley. Si bien es cierto, que esto es justo, no es gracia. Entonces ¿cuál es la gracia? Que siendo pecadores y teniendo su ley contra nosotros, el mismo santo y justo Juez, propicie a favor de su pueblo y satisfaga con su justa vida las demandas de la ley y justifique legalmente a los elegidos. ¡Esta es la gracia! Y descansa plenamente en el Benefactor. La dignidad legal del Benefactor, que es autor y consumador de la ley, la satisface en sí mismo y para sí mismo y cobija con beneficios legales a sus hijos, declarándoles justificados. ¡Que bendición! Esta es la gracia de la gracia, que se base en el cumplimiento estricto de la ley por parte del Benefactor y se imputa sus alcances a los justificados.
En tal sentido, la ley sigue siendo la norma de la gracia. El Benefactor queda satisfecho de su fiel cumplimento mediante la obediencia perfecta de su Hijo y los beneficiaros son justificados legalmente. De esta forma, sigue vigente la ley, queda satisfecho el Benefactor y quedan perdonados los beneficiarios. ¡Esta es la gracia! “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados” (Rm. 3:23-25).