BRUJULA TEOLOGICA OCTUBRE DE 2017 | Page 6

“Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pd. 3:15)

INTRODUCCIÓN

Una de las prácticas comunes de los países y los colectivos sociales en las naciones actuales, está relacionado con la protesta. En algunos países es permitida la protesta, como expresión de malestar o desacuerdo de la población, contra entidades del estado o contra el estado mismo. De esta manera, la protesta es un recurso ciudadano o civil de desacuerdo o denuncia de sus inconformidades. Hoy día, es común ver, todo tipo de protestas. Muchas de ellas terminan en violencia, injusticia y aun en caos y muerte. Tal proliferación de protestas, lo que indican es la inconformidad de las personas, sus reclamos y desacuerdos con las políticas estatales y dinámicas de gobierno que se les aplican. Además, las protestas indican el índice de rebeldía, malestar y subjetividad de los protestantes y los gobiernos.

Premisas como: “un estado para todos” o “un estado de derecho”, son susceptibles de muchas manifestaciones de protesta. Mientras los gobiernos y las sociedades propendan cada vez por naciones incluyentes, participativas e igualitarias; el número de protestas irá en aumento. La anarquía, rebeldía y escepticismo generalizado en la sociedad contemporánea, es base real para generar protestas. Pareciera que tales expresiones callejeras, de algarabía y consignas; exacerban los ánimos de unas naciones cansadas de corrupción, olvido e impunidad. ¡No más; vamos a la calle! son consignas comunes que favorecen la protesta. Además, pareciera ser, la acción de presión última, que tiene una comunidad o sociedad abrumada por el silencio e indiferencia de sus gobernantes.

En nuestra nación es común ver ríos de personas que inundan las principales avenidas con causas que aparentemente son justas, en algunos de los casos, pero recurriendo a mecanismos violentos, injustos e injuriosos. La pregunta es: ¿se justifica protestar contra la injusticia con mecanismos injustos? ¿Vale la pena defender la ética con acciones antiéticas? ¿Validamos las protestas contra la falta de respeto a los derechos, usando consignas violentas e injuriosas? La respuesta es no. ¡No se justifica la injusticia con injusticia! ¡Ni se promueve valores con injuria y violencia! Por lo tanto, estas acciones de protestas, generan más resistencia, violencia y rebeldía.