presumen de ser inspirados; sí son bíblicos y fundamentan la doctrina de forma acertada. La suficiencia de las escrituras, el gobierno bíblico y la disciplina eclesiástica; son enseñanzas esenciales de estos documentos, que históricamente abraza la iglesia cristiana. El valor de todos ellos, no depende de quien los elaboró, sino de a quien honran y a quien exaltan.
Estos medios de contención de la doctrina bíblica y contenido adecuado de la fe y la práctica cristiana, se ven adornados con una cosmovisión emanada de la palabra de Dios y su gobierno soberano. De tal modo, que la ética, moral, culto y vida civil, están ampliamente identificados mediante una visión completa del gobierno de Dios y su reino establecido. Por tanto, la iglesia y los cristianos somos garantes de una cosmovisión adecuada, no dicotómica, separatista, aislada y menos aún mística. La cosmovisión bíblica del protestantismo histórico se basa en la gloria de Dios, su gobierno y su reino establecido. No es dualista, ni espiritualista. Por el contrario, es práctica, bíblica, adecuada y cristiana. Creemos que el mundo es de Dios y todo existe para su gloria y adoración.
De esta forma, el naciente movimiento protestante del siglo XVI, rápidamente toma fuerza. La razón de su fuerza además de los desafíos contemporáneos, es la gracia de Dios. Sus consignas apropiadas de volver a la verdad revelada. Los documentos bíblicos coherentes que regulan y estructuran la doctrina. Y la cosmovisión o entendimiento adecuado de la vida cristiana. Se cree, se predica y se vive. Así vemos cómo se desarrolla una verdadera revolución integral o avivamiento en Europa y en todos los lugares donde los protestantes o la reforma se extendió. Floreció la moral bíblica. Prosperó la economía. Se desarrolló la ciencia, el arte y la política. Y las iglesias adoraron adecuadamente, teniendo como premisa única la gloria de Dios. Creemos que el único contenido de protesta es su palabra, creída y reconocida a la luz de documentos históricos. Así que ¡protesten… protestantes!
3. SU NATURALEZA PRÁCTICA
En este apartado, debemos citar que la escritura llama a los creyentes a detectar, denunciar y protestar contra las enseñanzas y los maestros que no se ajusten a la verdad y aun combatir sus enseñanzas. Pablo, en su carta a los Gálatas, llama anatema a quien predique otro evangelio. Esto indica denuncia y anuncio del evangelio, teniendo como referente exacto la verdad revelada por escrito y atestiguada por el Espíritu Santo en el corazón del creyente. “No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8Mas si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gál. 1:7-9). Una y otra vez el apóstol Pablo instruyó a su discípulo Timoteo a defender la verdad del evangelio, sin mezclas, concesiones o alteraciones. Habló de lo que él llamó, fabulas o cuentos, que nada tienen que ver con el evangelio. “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. 5Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Tm. 4:1-5).