perverso. Una de las cosas que reverdeció con la reforma protestante, fue volver a la palabra de Dios y regirse enteramente por ella.
La doctrina de la “sola fe” afirma que la salvación es un don de Dios y se recibe gratuitamente por la fe en el Señor Jesucristo, autor y consumador de ella. La fe salvadora, además de ser el medio para recibir y disfrutar la redención otorgada por gracia, es un don de Dios. No es un mérito propio, ni un esfuerzo humano, y menos una obra para participar en la salvación. La fe es exclusivamente un don que viene del cielo y se nos da por gracia. La fe salvadora implica conversión, transformación y perseverancia. Imposible presumir fe sin sometimiento y seguimiento al Señor. De esta forma, afirmamos que la fe, ha de ser viva, porque el sujeto de la fe es Cristo, que venció la muerte y vive por siempre. No hablamos de un concepto, idea o práctica. La fe verdadera mira exclusivamente a Cristo y se goza en su provisión inmerecida. La sola fe, denuncia la depravación total humana y lo erróneo de confiar en hombres, sistemas o lugares que son incapaces de dar esperanza y seguridad eterna. Es un rechazo al sistema papal, purgatorio, indulgencias, oración por los muertos y misas. Es una afirmación tacita a poner la mirada sólo en Cristo y seguir sus pisadas. ¡Sin fe es imposible agradar a Dios!
La doctrina de la “sola gracia” afirma que la salvación es un don de Dios y se recibe de forma gratuita, sin merecerla y sin hacer algún aporte para ella. De esta manera, el protestantismo afirma que todos los hombres están no solamente depravados totalmente, sino condenados e incapaces para buscar algún bien concerniente a la salvación. El hombre tiene la responsabilidad de arrepentirse, pero no tiene la capacidad debido a su condición pecaminosa. Ante la depravación total e incapacidad, no puede por sí mismo, arrepentirse de sus pecados. Dios en su decreto eterno determinó la provisión para la redención de su pueblo. Tal provisión es de gracia, es decir, del cielo y totalmente inmerecida de parte de sus receptores. La doctrina de la sola gracia, combate fuertemente la idea generalizada que la salvación se consigue mediante obras o esfuerzo humano. También rechaza la falacia que la salvación es un bien que el hombre elige y busca. Por el contrario, se afirma en la verdad escritural que la salvación es inmerecida y desmerecida de parte del hombre. Por consiguiente, exalta la obra del evangelio y la bondad eterna del Salvador para su pueblo. La gracia se basa en la obra de Cristo y no en ninguna obra nuestra. Los creyentes son salvos por gracia sin obras, para que por su gracia obren. “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Stgo. 2:17).
La doctrina de “solo Cristo” afirma que sólo hay un mediador y consumador de la fe y es Cristo. Es sólo mirando a Cristo y confiado en su sacrificio perfecto, que hay esperanza para pecadores destituidos de su gloria. La redención es exclusiva por la obra, sacrificio y justicia imputada, que nos viene de forma inmerecida para la salvación. Tal consigna afirma y centra la obra redentiva, únicamente en Cristo. Además, denuncia de forma fuerte y manifiesta, la mediación de los santos, los muertos, el papa, sacerdotes y la virgen. También, la intervención de la iglesia como dadora de gracia o los sacramentos. La expresión retórica sólo Cristo, no sólo pone el cimiento firme de la redención, sino que expone como erróneas y blasfemas las supuestas mediaciones, la penitencia y las indulgencias. ¡El culto cristiano es exclusivo para Cristo! ¡La redención pertenece solamente a Cristo! La iglesia, no los sacerdotes, ni ningún hombre o sistema, puede perdonar pecados y declarar justo y salvo a nadie. ¡Esta es obra exclusiva de Cristo! Todas las doctrinas de la gracia descansan eficaz y seguramente en Él. Adopción, justificación, santificación, satisfacción y demás,