nada pudieron hacer para cambiar la condición espiritual de los hombres, porque el pecado fue creciendo geométricamente en todas partes.
Los pueblos no hebreos, se fueron desarrollando con visiones politeístas, en su gran mayoría y por lo tanto sus conjuntos de leyes tuvieron otros enfoques, los cuales en muchas ocasiones descuidaron sus normatividad moral, para terminar rindiendo culto a sus dioses, curanderos y brujos, patrocinados por sus reyes, legisladores y/o personas dedicadas a labores sacerdotales, como fue el caso del Mazdeísmo (religión de los Medopersas, liderada por Zaratustra), quienes, después del asesinato de su líder, terminaron rindiendo culto a los brujos y adivinos que Zaratustra había perseguido en el pasado. (Wikipedia: la religión Medopersa).
El pueblo hebreo (básicamente monoteísta), teniendo un cuerpo integral de leyes entrelazadas (leyes morales, civiles, militares, administrativas etc., basadas en la revelación divina, con normas aplicables tanto en el aspecto espiritual como en el material), podría haber llegado más lejos si hubiera sido más dócil en seguir la orientación divina para adoptar toda esa legislación como un estilo de vida, capaz de agradar a Dios y de generar todas las bendiciones que Dios prometía por la obediencia, pero no fueron capaces de ajustarse a esas leyes y por lo tanto los resultados espirituales que prometía la ley no se produjeron y Dios tuvo que seguir adelante con Su plan redentor, el cual proveía la solución para las necesidades de reconciliación del hombre con Su Creador, después de que Adán, por su desobediencia, entregó el dominio del planeta a Satanás.
Dentro de los creyentes en Jehová, (Dios de los monoteístas judíos y también de los seguidores de Jesús de Nazaret) se presentó una división entre quienes perseveran adheridos, por lo menos parcialmente, a la observancia de la Ley llamada mosaica y los que consideran que Jesús vino para librarnos de esa carga y traer la gracia a operar en nuestro favor delante de Dios.
Línea entre Ley y Gracia
Siendo como eran los hebreos, un pueblo rebelde y duro de cerviz, Dios los dejó sufrir muchas veces en manos de muchos pueblos, al caer derrotados en varias guerras y batallas, sufriendo muchas humillaciones y vejaciones, a fin de que se volvieran a Él y aprendieran a apreciar y confiar en las bondades de Jehová su Dios, quien los amaba como a la niña de sus ojos (Zacarías 2:8), y los había amado con amor eterno y les había prolongado Su misericordia. (Jeremías 31:3.) Sin embargo este pueblo