conductor de la vida. El evangelio es la medula de la fe y la vida. El evangelio es el punto de llegada. Es decir: Cristo. Si bien es cierto debemos abrazar posturas, articularlas y defenderlas; debemos revisar que no sean posiciones extremas y sectarias, sin sustento bíblico, sin sustento histórico y que no sean más bien, exabruptos al vacío del sin sentido. Si bien es cierto, debemos articular un sistema de fe y práctica confesional y doctrinal; no debemos establecer limites separatistas, barreras infranqueables que niegan la misericordia, compasión y relación de servicio mutuo.
Conclusión
Desde este pensamiento: ¡Ni tu ni yo; sino Cristo! ¡Ni tu confesión, ni la mía; sino su palabra! ¡Ni tu compresión, ni la mía; sino su mensaje común a los redimidos! ¡Ni tu obra, ni la mía; sino su gloria! ¡Ni tu misión, ni la mía; sino su gracia entre nosotros! ¡Ni tu fin, mi el mío; sino Cristo! ¡Ni tu medio, ni el mío; sino el único y perfecto mediador Jesucristo! Ni el miedo, ni la injusticia; ni la ley, ni la gracia; sino su perfecta revelación preservada, inspirada por Dios, manifestada en Cristo y aplicada por su Espíritu. ¡Que el Señor nos ayude a renunciar a nuestros pequeños reinos, a deshacernos de nuestros pequeños ídolos y a confesar nuestras mafias y guacas que sustentan nuestro tesoro! ¡Que lejos de ser mercenarios de la fe, seamos siervos! ¡Que lejos de abrazar conceptos, abracemos personas! ¡Que lejos de levantar barreras, levantemos los brazos! Sin olvidar su instrucción y seguridad práctica: “Cuando tengo miedo, confío en ti. 4 Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no tengo miedo. ¿Qué me puede hacer el hombre?” (Sal. 56:3-4)
Con amor en Cristo.
Citas tomadas de la RVR-95
Pastor Ismael Quintero Rojas
03 de octubre de 2016 – Bogotá D. C.