los medios y las vías para revertir esas condiciones. Lo que se evidencia es que somos objetivos en la descripción de la realidad y subjetivos en las causas, responsables y medios para actuar. ¡Que paradoja! El raciocino humano por el pecado quedó atrofiado, alterado y adverso, a tal punto que se mueve entre estos dos conceptos pendulares. En tal sentido, es imposible buscar caminos comunes, senderos afines para transitar. Vivimos en una perfecta contravía que muestra la irrealidad, por no decir la locura de nuestras acciones y condiciones.
¿Ley o gracia?
Con relación a nuestro entendimiento del evangelio, esta condición de miedo e injusticia, muy bien puede fundamentarse en otro binomio que para muchos es antagónico. No son pocos los que de ranchan en una esquina del cuadrilátero para decir que si estamos en la ley somos ajenos a la gracia y viceversa. Es decir, esta sectorización, polarización y desarticulación de estas verdades fundamentales de la fe y la vida ha llevado a posiciones encontradas y anti bíblicas. Toda postura a favor de la ley divina y en detrimento de la gracia; lo único que hace es exacerbar el miedo, la soledad, la manipulación y la dominación de unos sobre otros. Esta postura legalista es miedosa, aterradora, como el sentimiento que tiene, en la primera parte del raciocino practico conceptual, Adán y Eva en el edén.
Pero el otro extremo en esta polarización, es decir que: si estamos en la gracia es un rechazo deliberado e intencional del mensaje de la ley divina. Mientras vivo en la gracia, dicen muchos, no tengo normas, no me sujeto a nadie y soy un libre pensador con derechos comunes. Es decir, vivo como individuo, pero exijo como comunidad. El liberalismo moral al igual que el liberalismo político e ideológico es de lo más perjudicial en nuestra sociedad. Una de las carcomas de las bases sociales, políticas y morales es el pensamiento libre, fundamentado en el dogma de la gracia sin ley. Esto nos pone en el plano no del miedo paralizante de la norma impositiva y punitiva; sino en la injusticia de la libertad absoluta, sin normas, sin límites y sin criterios. Si bien es cierto condenamos el legalismo en su máxima expresión en todos los niveles, también tenemos que hacerlo con el liberalismo. El legalismo conlleva al miedo, represión y manipulación. El liberalismo conlleva a la anarquía, individualismo, e injusticia crasa.