culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. 26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza” (Rm. 1:24-26). Porque la aprobación de estas condiciones imaginarias es el derrumbe de las bases de toda sociedad y por supuesto del mensaje del evangelio. Es el retroceso, la degradación, la denigración de la vida, las instituciones y las relaciones.
Judicialización
Ante estas realidades desafiantemente perversas y antagónicas al diseño del Creador, a la realidad natural y a la forma como la sociedad se conserva y desarrolla, debemos advertir que estamos expuestos a la ira de Dios. Su ira se manifiesta mediante más dolor, guerras, injusticias y enfermedades. Los médicos cada vez son desafiados a entender y buscar remedios y tratamientos para nuevas enfermedades. Nuevos desafíos económicos, de seguridad y de vida se nos plantean. Nos preguntamos ¿por qué? No atinamos a ver una clara demostración de juicio de Dios por el desvarío de una sociedad. La peor tragedia de nuestra sociedad no es la brecha entre pobres y ricos. No nos debe dolor tanto los homicidios, torturas, secuestros y guerras injustificadas. No nos debe estremecer tanto el hambre y las muertes por falta de condiciones sanitarias y de salubridad de los pueblos. Nos debe estremecer, saber lo trágico que es vivir sin Dios. Lo terrorífico que es negar al Creador y su voluntad para pretender vivir sin Él. Su ira justa, santa y perfecta, no dará por inocente al culpable. ¡No nos engañemos! “Quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Rm. 1:32). Mientras los abanderados de estos movimientos buscan que se judicialice a quienes no les reconozcan, dignifiquen y se congracien son sus perversiones; desconocen que son ellos los sujetos de justicia del Dios airado. Nuestros magistrados pueden llevar a los estrados judiciales y aun judicializar a los que se subleven o ignoren estas legalizaciones aberrantes. No obstante, los sujetos de juicio y de ira implacable de Dios son los que las practican y las promueven. ¡Que paradoja, la del hombre sin Cristo!
Conclusión
Como iglesia, no podemos abanderar estos discursos ideologizados. Debemos mantenernos firmes en la verdad de Dios y su voluntad revelada. Debemos desafiar las estructuras endebles de las “ideologías” de turno, con las bases firmes de la verdad absoluta del evangelio. Lo que esta sociedad necesita no son más leyes. Lo que más urgimos, no es de aceptación pasiva de todas las perversiones. ¡No necesitamos ser inclusivos, tolerantes y diversos! ¡Lo que necesitamos es volver al Señor! ¡Mirar su ley y rendirnos a sus propósitos! Lo que debemos hacer es denunciar las estructuras sexistas de dominación sociocultural y anunciar el evangelio con el discurso y el ejemplo de vida.