BRUJULA TEOLOGICA MAYO 2017 | Page 20

Miremos el pasado.

Cuando Dios estaba en su tarea de la creación, el último día hizo al hombre y muy rápido “descubrió” que debía hacerle una ayuda idónea. El corazón de Dios se vertió por completo en aprovechar el trabajo que ya había hecho al crear a Adán y no hizo otro muñeco, sino que de la costilla del varón (producto viviente ya terminado) le formó a su compañera, con quien habría de regocijarse y perpetuar la especie humana en perfecta armonía.

Podemos ver que en los capítulos 1 y 2 del Génesis Dios los trató a ambos igualmente: les impartió la misma bendición, les dio las mismas instrucciones y les aclaró que funcionarían como UNA SOLA CARNE.

En el capítulo 3, después de que Eva cayó e hizo participar al hombre en su desobediencia, se presenta la intervención divina para realizar todo lo que sería el Primer Juicio de la historia humana del que se tenga noticia, donde Dios expuso la infracción cometida, oyó a los infractores en sus descargos, capturó y confrontó en el debate a quien indujo a los infractores a pecar y dictó sentencia, con los respectivos castigos para cada uno de los participantes en el acto pecaminoso. Aquí en este capítulo aparece la diferenciación funcional entre el hombre y la mujer hecha por el mismo Dios, pues El juzgó justa y sabiamente y, en su debido orden de responsabilidad, pronunció las sentencias que aparecen delineadas en los versículos 9 -19:

Sentencia para la serpiente: Maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.

Sentencia para la mujer: Multiplicare en gran manera los dolores de tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.