misma, fue Eva. El primer discurso pro mujer, de derechos humanos e independencia de poderes, lo dio Eva con sus nefastos resultados. Sus argumentos loables e intuitivamente muy justos, le sumergen a ella y a toda la humanidad en una realidad de dolor, miseria y dominación. Por eso, creemos que el SOS, es denunciar nuestro pecado, reconocerlo y arrepentirnos. Quienes resisten sus principios, no han entendido el evangelio de gracia y no deben llamarse hijas de Dios.
Reconoce, denuncia y arrepiéntete de tu pecado de ir contra este SOS. Considera el terror de estar actuando contra la voluntad del Señor. Reconoce que no debe estar luchando contra Dios. Ahora bien, sabemos que el corazón es perverso y cosechamos las consecuencias de nuestras rebeldes acciones. No hay una mujer que pueda decir, que ha vivido acorde a estos tres principios del SOS: silencio, obediencia y sujeción. Todas consiente o sigilosamente deben aceptar que son pecadoras y han resistido a sus maridos o padres, además del Señor y su palabra; muchas veces con la complicidad o presión de los varones e instituciones.
No obstante, si bien es cierto, la mujer fue creada después y fue engañada, la promesa de redención, se estableció sobre la vida y seno materno. Lo que fue un absurdo desatino, se constituye por gracia en el más elocuente argumento del evangelio. Cristo Jesús vino del seno de una mujer, para dar esperanza. Por tanto, la maternidad, tarea exclusiva de la mujer en la relación monógama y heterosexual; es nada más que la semilla de la oportunidad, esperanza y gracia de la cual, ella misma es portadora. El antídoto al horror del pecado de la mujer, es la gracia benévola del evangelio, del cual ella es recipiente. Mujeres, si no viven en el SOS de la creación, lo deben hacer por el SOS de la redención. No hay excusa para una mujer de Dios, porque ha sido regenerada para comprender su voluntad. El poder del evangelio, la gracia derramada y la acción del Espíritu Santo, son la provisión completa para que estos principios, este llamado y método puedan prevalecer y no seguir en el pecado de su contradicción. En tal sentido, estos principios son una antología de fe y una antagonía al Edén y por su puesto una analogía del evangelio.
CONCLUSIÓN
Dios no puede ser sin su sabio silencio, sin su justo gobierno y sin su perfecta obediencia. La música no tiene belleza, armonía y gusto sin sus esenciales silencios, sin su subordinada y voluntaria sujeción y su métrica armónica. La poesía no existe sin su simetría artística, sin su rima deleitosa y sin su lírica silente. Tales características son esenciales al carácter de Dios, al diseño de la música y a la esencia de la poesía. De igual forma, la vida misma y en especial la de la mujer, no puede existir sin su silencio sabio, obediencia voluntaria y sujeción sosegada. Estos son principios, aspectos característicos ontológicos de su esencia, desafíos de su llamado, método para servir y pecados que deben ser denunciados.