BRUJULA TEOLOGICA MARZO 2017 | Page 20

Nadie por sí mismo, puede decir que el silencio es una virtud, y menos aún la sujeción. Tales premisas se soslayan en la sociedad feminizada como deprimentes conceptos de una sociedad misógina y sesgada. No obstante, el evangelio que es la verdad absoluta, nos da principios benéficos que rigen la conciencia y demarcan el carácter de hombres y mujeres y por ende de las instituciones. La discusión común, es de si la mujer puede y debe enseñar o ministrar. La respuesta es sí. Claro que la mujer aprende en silencio y enseña en silencio. Estos principios de su llamado, son el antídoto a la discusión y testigos de su sabiduría. El lenguaje del silencio es parte de su poderoso discurso y edificante actitud.

Comprender que fuiste llamada a guardar silencio, no cómplice, sino sabio, es una verdad que revoluciona la vida y la cosmovisión. El silencio, la obediencia y la sujeción no solo identifican a la mujer piadosa, sino que definen su llamado. El más alto llamado de una mujer no es ocupar lugares protagónicos, dominar políticamente o competir con la producción. El llamado más noble y digno de una mujer es su sabio silencio y sumisa entrega a su voluntad. Tal llamado es noble desde y por el evangelio, de lo contrario, es el discurso más deprimente para el gran sinnúmero de mujeres machistas y andrógenas. Pareciera que las mujeres se han masculinizado y su discurso feminista es sólo una cortina de humo, que esconde los motivos más subversivos de su conciencia.

Desde Edén, vemos que la mujer fue llamada por el Señor para ser ayuda idónea. Este es su carácter y ese es su llamado. No hay una misión más adecuada para la mujer que seguir el diseño divino y someterse silenciosa y sabiamente al Señor. Esto es honra para su vida y testimonio al varón. ¿Quizás muchas de ustedes estarán preguntándose, entonces no puedo enseñar? ¿Entonces no puedo ejercer autoridad? ¡Claro que sí! Ustedes enseñan con el sabio silencio y ejercen la autoridad de la sujeción voluntaria. ¿Es poca cosa tal desafío misional? ¡En absoluto, pese a su imposibilidad! Si una mujer se dedica por entero a guardar silencio sabio y enseñar con sumisa devoción; no le alcanza la vida para terminar de aprender tan noble llamado y ejercerlo con responsabilidad.

No obstante, tenemos que reconocer que la sociedad actual ordena dictatorialmente a la mujer a hablar. Sus ruidosos argumentos, no dejan escuchar los sonidos del silencio. Los discursos desmedidos y altisonantes, no son más que la forma contradictoria como las mujeres piensan que son escuchadas. Sin embargo, el evangelio dice que ellas son escuchadas cuando callan. Aprenden y son enseñadas cuando callan. Y son útiles y ejercen autoridad con su piadoso y elocuente discurso del silencio sumiso a su voluntad. O sino no se hablaría también de mujeres como Sara, que honró al Señor con este llamado. También María o Abigail, ente otras. Sentarse a los pies del Maestro para escuchar y contemplar, es propio de mujeres piadosas que han sido convencidas de la verdad. De lo contrario, los afanes sin sentido de la sociedad confusa y perversa se acentúan en la conciencia y no nos dejan escuchar el silencio de su amor y su perfecta gracia.