pecaminosa y las formas adecuadas de tratarlas.
1. PRIMERO “YO”: EGOÍSMO
“Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. 10Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia” (3 Jn. 1:9-10).
Con relación al primer lugar, como parte del ejercicio pastora; en la tercera carta de Juan, se habla de uno de los personajes más nefatos para la iglesia. Pocos hombres a excepción de Judas, son tan antipáticos y desagradables como Diótrefes. Una de las cosas terribles y censurables era que hacía caso omiso de la autoridad del apóstol Juan. No contento con su insubordinación, hablaba en su contra con palabras calumniosas y maliciosas. Este personaje, líder de la iglesia, quizás en Éfeso; es un verdadero dolor de cabeza para los apóstoles y para los creyentes, incluidos todos los misioneros y predicadores que les visitaban. Su actitud nos muestra que es necesaria la sujeción reciproca entre los creyentes y en el liderazgo. Es decir, que el gobierno legítimo de la iglesia debe ser colegiado y se debe ser fraternal entre los consiervos. De esta forma, nos llama al gobierno presbiteral; que facilita el apoyo mancomunado y extenso entre las iglesias y sus ancianos.
Otra de las cosas que nos indica tal altitud, es la falta de disposición para trabajar en equipo. Es un soberbio, insubordinado, antipático y descarado, como líder de la iglesia. Por lo cual se registran sus actitudes nefastas. De esta forma, advierte a la congregación de la amenaza que personajes como estos, representan para la iglesia. Además, de esto, buscaba ser primero. Muestra que la preeminencia es él y no el Señor en su vida. “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; mas con los humildes está la sabiduría” (Pv. 11:2). “Porque los gobernantes no son motivo de temor para los de buena conducta, sino para el que hace el mal. ¿Deseas, pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás elogios de ella” (Rm. 13:3). “Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Jn. 2:16).