más padecen esto, son víctimas de su propio invento. No obstante, son voraces en su amor al poder y traicioneros en su carrera desmedida por estar en la cima. Hemos visto muchos colegas llorar por las traiciones de sus compañeros. Quienes se mostraron afables y fieles, les clavaron la ponzoña venenosa de la lujuria al poder y les lastimaron ampliamente.
ISMAEL QUINTERO
Pastor, Bogotá
Iglesia Presbiteriana
La biblia nos da muchos ejemplos vívidos de esta realidad. Una de ellas es la relación de Caín y Abel y como éste primero se ensaña contra su hermano y le mata. No soporta no ser considerado por Dios aceptable y prefiere eliminarlo. Al estilo de las mejores películas de terror se narran episodios dramáticos de violencia y suspenso, entre los personajes bíblicos en procura del lugar que consideran superior. Que decir de Saúl buscando a David porque no soportaba la idea que había un nuevo rey ante su destitución. O de Herodes mandando a matar los niños pequeños para perpetuarse en el poder. Y los discípulos discutiendo cuál de ellos es el mayor. O los hijos de Zebedeo haciendo una propuesta privada de soborno en su afán desbordante por estar en puestos de honor. Hay una lista interminable a todo nivel de intrigas, dolor, muerte y secretos por mantenerse encima y de quienes están abajo por escalar. ¡Que tragedia el amor al poder y la aspiración a ser mejor que otros!
Nos proponemos en esta ocasión presentar una reflexión sobre este tema de: ¿Quién primero? aplicado a un ejemplo interno del gobierno y dinámica de la iglesia. Es decir, apropiado para los pastores, presbíteros y líderes de las iglesias. ¿Cómo discernir la traición, confesar el protagonismo solapado y confiar en el Señor en su gracia incomparable? De esta forma, revisaremos el ejemplo de la tercera carta del apóstol Juan a Gayo y los desafíos hermenéuticos, históricos, eclesiológicos y pastorales para nuestra vida. Consideramos que este es uno de los ejemplos más sencillos y pertinentes, para poner al descubierto esta realidad pecaminosa y las formas adecuadas de tratarlas.
1. PRIMERO “YO”: EGOÍSMO