Cuando Jesús ascendió a los cielos, el doctor Lucas registra las palabras de Jesús: “He aquí, yo enviare la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. (Lucas 24:49)”. Este hecho tiene una significación muy profunda e importante, la cual, en general, se ha venido pretermitiendo en todos los círculos eclesiales, cual es la total dependencia que debe existir del Espíritu Santo para las decisiones que tienen que ver con el Reino de Dios, elemento este que no se vió ni se mencionó por ninguna parte en el movimiento Reformador. ¿Cómo es que en un momento así, cuando se proponía hacer una cirugía mayor a la institución emanada del corazón mismo del Fundador no se le dio cabida al Espíritu Santo para dirigir el proceso? ¿Cuál era el nivel espiritual de los lideres, que ni siquiera consultaron las Sagradas Escrituras para realinear los rieles de la iglesia con los primeros principios?
En su relato de los Hechos de los Apóstoles, el doctor Lucas expone varias indicaciones de lo que podría tomarse como teología de la iglesia primitiva, ya que se encuentran numerosas acciones y enseñanzas totalmente dirigidas por el Espíritu Santo, en los cuales podemos apreciar el grado de dependencia divina presente en la vivencia diaria, entre los seguidores del CAMINO: el primer sermón del apóstol Pedro; la curación del cojo en el templo de la Hermosa; descubrimiento de la mentira de Ananías y Safira; liberación de la cárcel para Pedro y Juan; Felipe y el Etíope; conversión sobrenatural de Saulo; encuentro de Pedro y Cornelio; la visión del varón macedonio; liberación de Pablo y Silas de la cárcel de Filipos y muchas otras ocasiones cuando el Señor demostró su intervención directa a través del Espíritu Santo, quien fue enviado en reemplazo del Jesús de carne y hueso al que se habían acostumbrado los discípulos y los seguidores iniciales del Maestro. La profunda experiencia espiritual que Saulo de Tarso recibió en su camino a Damasco, lo llevó a arrepentirse y cambiar, en segundos, el rumbo de su vida y su convicción judaica. Esa misma profundidad en nuestra relación con Dios, asistidos por el Espíritu Santo debería ser una tarea prioritaria en la vida de los pastores y lideres (y transmitirla por el ejemplo a la grey), para recibir lo prometido por Jesús “ser guiados a toda verdad” (Juan 16:13) y para eso, tenemos que encontrarnos diariamente con El, a fin de que nuestro conocimiento y comprensión del trabajo de La Trinidad (coexistente/concomitante/cooperativa) sean integrales/progresivos y no parciales ni casuísticos. Esta práctica convierte nuestra creencia en el Creador del Universo, en un estilo de vida que se manifiesta en todos los instantes e instancias de nuestro existir.