BRUJULA TEOLOGICA DICIEMBRE 2017 | Page 26

con los más caros intereses. La justicia divina les había avisado de antemano, de cuánto sería el cobro si aceptaban el crédito del Tentador. Debían pagar con la vida, porque Dios mismo había establecido que la paga del pecado sería la muerte (Gn 2:17). No se pudo dar ninguna recompensa que pudiera satisfacer entonces la justa demanda divina ante el pecado original. Adán y Eva perdieron la vida espiritual cuando gastaron de aquella cuenta malvada, ajena a la pureza de su Creador (Ver Gn 3). Fue tan grande el adeudo contraído por el primer Adán a causa de su pecado, que le costó también la vida a toda su descendencia a través de milenios. Por ello, todo descendiente de él nace espiritualmente separado de Dios, o sea, muerto espiritualmente (Ro 3:23).

Debido a ese estado congénito de desconexión de Dios, todo hombre nace inclinado a las supuestas libertades que el diablo le ofrece. Todavía hoy, vestido como ángel de luz (2 Co 11:14), Satanás inquiere en la mente de los seres humanos y les ofrece ser "libres" y "gozar de la vida". Pero la Palabra de Dios se yergue cual estandarte para explicar al incauto que el pecado, después que es consumado, da a luz la muerte (Stg 1:15). Jesús dijo que en realidad debemos temer a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno (Lc 12:5). Y Él mismo dijo: Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? (Mt 16:26).

Satanás quiso engañar a Jesús al ofrecerle un vano crédito: darle el mundo entero y toda su gloria (Mt 4:8-10). Es el mismo que les ha brindado a tantos haciéndoles creer que el único sentido que tiene la existencia es la de ganar en este mundo. Satanás le habló a Jesús en el desierto, pero también le habló a través de los labios de uno de sus más cercanos discípulos, Pedro, cuando éste le dijo al Señor que de ninguna manera él debía ir a la cruz (Mt 16:22,23). La iglesia de todos los tiempos ha tenido que pasar la prueba de oír desde dentro de ella a quienes parecen hacerse eco de ese espíritu malo que ofrece triunfar en la vida aquí, aunque el cobro sea perder la herencia celestial. Pero el mensaje de Cristo es más elevado. Él dice: “Haceos tesoros en los cielos, donde ni la polilla ni el orín corrompen y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mt 6:20).

Satanás le pidió a Jesús un pago por adelantado cuando le brindó darle la gloria de los reinos mundanales. El pago inmediato era que el Señor se postrara y lo adorara. Pero Jesús no tomó prestado nada del Tentador mentiroso, y por eso, cuando terminaba su carrera terrenal, pudo decir a sus discípulos: “Viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí” (Jn 14:30). Él ganó el mundo, pero no tuvo que pagar a crédito al malvado Príncipe. El ganó los reinos de este mundo por el método que el mismo Satanás quiso evitar, a través de su muerte en la cruz. Por su muerte pagó para siempre nuestra deuda por el pecado. El resucitó y pronto vendrá como Rey de reyes y Señor de señores.