Tengo vivo el recuerdo de mi primera tarjeta de crédito, otorgada por una tienda en los Estados Unidos, hace algo más de diez años. Aunque sólo me habían aprobado un crédito por una mediana cantidad, casi ingenuamente, expresé muchas gracias al honorable personal que gestionó mi crédito, por concederme lo que yo consideraba un gran favor. Luego aprendí que el que me aprobó cada nivel de crédito en distintas ocasiones no me permitió el uso de ese dinero porque tuviese algún tipo de afecto por mí. En realidad, sólo quería garantizarse a sí mismo que estaba tratando con una persona seria, de la cual pudiera recibir a tiempo cada centavo prestado, y cobrarle, además, los intereses casi siempre altos que corresponden al dinero acreditado. Algunos al recibir una tarjeta de crédito han pensado que tienen a su favor ese dinero y que lo pueden ir a gastar sin límite. El gozo termina cuando, después de haber gastado sin medida, se dan cuenta que no pueden pagar el cobro mensual que le llegó por correo. Era dinero a crédito y tenía cobros. Por tanto, si la deuda no se puede pagar bastante aprisa, la persona puede quedar económicamente embargada, sin que pueda avanzar en dirección de su propia solvencia.
Pst. Eliseo Rodríguez,
Iglesia E. Monte de Sion,
Christian Zion University, Inc.
Amados, el pecado parece tener un cierto parecido a la forma como se lidia con el crédito. Cuando por primera vez, el gran enemigo, Satanás, se presentó al hombre para hacerle una propuesta, el ofrecimiento estaba tallado con promesas que parecían ser difíciles de rechazar. En el crédito se prometía que, si la primera pareja humana hacía algo diferente de lo que Dios le había ordenado, no morirían por eso, sus ojos serían abiertos y hasta llegarían a ser como Dios... Engañados por la serpiente antigua, cedieron a la oferta. Pero la atracción que sintieron por la apetitosa tentación al principio, pronto se cambió en dolor agudo. Al pecar, Adán y Eva sintieron que la gloria divina que les vestía se había ido, y se sintieron desnudos ante la presencia de Dios. Por dentro, sintieron la horrible soledad que causa la separación de Dios producida por el pecado, a lo cual la Biblia llama, muerte espiritual (Ver Ef 2:1). Por fuera, oyeron la voz del Creador que les llamó a contar por su desobediencia. Habían gustado el pecado, pero a crédito, ahora había llegado la hora de pagar con los más caros intereses.
Por dentro, sintieron la horrible soledad que causa la separación de Dios producida por el pecado, a lo cual la Biblia llama, muerte espiritual (Ver Ef 2:1). Por fuera, oyeron la voz del Creador que les llamó a contar por su desobediencia. Habían gustado el pecado, pero a crédito, ahora había llegado la hora de pagar con los más caros intereses.