BRUJULA TEOLOGICA DICIEMBRE 2017 | Page 24

En tal sentido, podemos decir, que de principio a fin la afirmación conocida “Emanuel: Dios con nosotros” es una exaltación correcta, justísima y purísima de Dios, su propósito y su gloria. El móvil de todo y en todo es Él mismo. Su esencia eterna y su condescendencia histórica, además, del clímax del decreto, se centran en el Señor y su palabra. En ninguna parte del plan y su ejecución, participamos como protagónicos o estelares. De principio a fin, “Emanuel: Dios con nosotros” define nuestra incapacidad, inhabilidad e indignidad. Por su parte, de principio a fin, define la suficiencia de Dios, la gracia de Cristo y la gloria del Señor. Dios, Redentor y Señor, están expresamente en esta sencilla frase.

Por tanto, no debe ser usada como un amuleto o retórica de fin de año y menos aún, como parapeto para justificar celebraciones del mundo y desbordar lujurias de ateos. Más bien a lo largo del año, debemos celebrar que “Emanuel: Dios con nosotros” es nuestro, Dios, Salvador y Señor. Si no fuera en Él y por Él, no hay sentido, significado ni propósito. Tampoco hay resultado final. Es decir, sin Él estamos más que muertos y más que destituidos. “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1). Pero gracias sean dadas a Dios por Jesucristo, que nos salvó para que hoy y siempre podamos exclamar: “Emanuel: Dios con nosotros” y entonar la canción de los redimidos, porque tu eres digno y por tu voluntad nos ha redimido. “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Ap. 5:9). “Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Fil. 4:20).

Reflexión pastoral

Pastor Ismael Quintero Rojas

o4 de diciembre de 2017 – Bogotá D.C.