BRUJULA TEOLOGICA DICIEMBRE 2017 | Page 19

secundaria o alternativa de Dios. Nos pone de relieve que su plan maestro es la redención. Que Jesucristo es el enviado del cielo para cumplir las disposiciones del pacto salvífico. La presente afirmación lejos de ser un slogan “navideño”, es la verdad central de la revelación escrita. Muestra que la deidad tiene un plan diseñado y un propósito de sentido y significado. ¡Esto es altamente maravilloso!

La redención es la determinación de enviar a su Hijo eterno, para cumplir el plan eterno, para la gloria del eterno Dios y Señor. En este sentido, el personaje que brilla con luz propia es Jesucristo. Él es, el escogido para que repose sobre su vida y misión el hermoso propósito. Recordemos que la redención hace parte del diseño de Dios para su propia gloria y para la satisfacción de su honor legal y justo. Además, se promete sobre la base de Dios como testigo y se cumple fielmente para su propia gloria. Muchos están diciendo: “amén, Él me redimió, porque determinó que yo merecía ser salvo”. “Él se desvive por mí y por eso envió a Cristo a mostrarme tan incomparable amor”.

Quienes así piensan, aciertan en comprender que la salvación viene de Dios; pero erran al considerar que la manifestación del Salvador es a causa del desmedido amor de Él por las criaturas. En tal sentido, el centro y móvil de la redención no sería el Redentor. Ni el decreto eterno y menos aún la gloria de Dios. Desde esta perspectiva el móvil de la salvación, serían las incapaces criaturas destituidas de su gloria. Es como si Él no fuera suficiente y completo en sí mismo y necesitara casi de forma obligada salvar para estar completo. Algo así, como si nos debiera algo y lo tenía que ejecutar para saldar las cuentas.

Queridos lectores, la salvación, no solamente es de Dios y le pertenece a él. Además, es para su propia gloria. En ninguna parte de la historia somos protagonistas y menos motores o móviles de su propósito. Si así fuera, seriamos actores activos y no beneficiarios pasivos. Además, esto desdibujaría el carácter de Dios y el mensaje de la gracia. ¿Si hay merito, para que gracia? ¿Si hay derecho, para que la condescendencia? ¿Si hay actividad consiente y responsable de nuestra parte, Él no es soberano, autónomo, ni sabio? Es decir, nos quedaríamos con un beneficio en detrimento del carácter del benefactor.

Son muchos los que persisten en afirmar que fue de esta manera y para esta razón. No soportan comprender que “Emanuel: Dios con nosotros” no este centrado en ellos. No consienten en confiar que esta verdad revela a Cristo el cumplidor del plan eterno y en absoluto nos revela a nosotros. Se quedan tacita y neciamente afirmando: “es que Él me amó. “Es que Él me salvó”. “Es que Él me benefició”. Dando a entender que son el centro del plan. Algo así, como la necesidad del beneficiario para que el plan marche satisfactoriamente. Como que si pecadores son necesarios en el cumplimiento y desarrollo de la verdad del evangelio. Esta perspectiva es halagüeña a nuestro oído y tranquiliza la conciencia pecadora del individuo, pero en nada tiene sustento escritural, ni descansa en el carácter del Señor.