BRUJULA TEOLOGICA AGOSTO 2017 | Seite 5

Gayo es otro líder muy especial, pero que no ha entendido la dinámica del cuerpo de Cristo y no propende por ella. Se quiere promover y llamar la atención. Es el antagónico de Diótrefes. El uno busca llamar la atención por autoritarismo y Gayo por empalagoso. Uno manipula con palabras y éste con acciones. Es interesante recordar que el exceso de detalles, amor, aprecio y acogida, no siempre es una muestra genuina de amor cristiano. Muchas veces, como en este caso es una forma de obstaculizar la obra de Dios y ganar seguidores para sí mismo y no reconocer la gloria de Dios y edificar el cuerpo de Cristo.

Líderes como Gayo son muy necesarios en la iglesia, no obstante, desconocen la dinámica del cuerpo. Cada uno debe cumplir sus funciones en el cuerpo pensando en la gloria del Señor y en que somos miembros los unos de los otros. Nunca debemos pensar que podemos competir con los hermanos y mostrar más afecto que otros para que se hable bien de nosotros. Gayo logro el objetivo, se hablaba muy bien de la verdad de él y de su amor. No obstante, no se hablaba bien del amor de Cristo y la verdad del evangelio. Por esta razón en la parte final de la carta, se le hace una seria reprensión directa: “No imites lo malo sino o bueno”. El egoísmo es perverso, el altruismo sin conocimiento también.

Mientras Diótrefes es antipático, Gayo es empático. Mientras Diótrefes es egoísta, Gayo es altruista. Diótrefes es un personaje nefasto por su autoritarismo abusivo, Gayo es manipulador con su comportamiento detallista y meloso. Es necesario recordar que la compasión con acción es empatía, pero sin conocimiento verdadero es mero altruismo. Por esta razón se ponen frente a nosotros estas dos realidades. El modelo objetivo y conocido de Diótrefes se denuncia. Pero de igual manera, Juan desenmascara la actitud bondadosa y servicial de Gayo por ser interesada y constituirse un estorbo en la obra de Dios. Es posible que algunos de nosotros pretendamos ser muy generosos, serviciales y amables, pero para promovernos a nosotros mismos. De esta forma somos un estorbo, no un bien a la iglesia. Sólo quienes se desprenden de sus beneficios y no miran ni su bienestar, ni el de los demás, sino la gloria de Dios, son honrados. Sólo los que van en pos de edificar la iglesia y no retener conceptos o elogios para sí mismos, son verdaderos gobernantes de la iglesia.