BRUJULA TEOLOGICA ABRIL 2017 | Page 22

Qué dolor ver a nuestros anhelados hijos, años más tarde torturados y humillados por su misma ceguera espiritual! Una de las cosas que la biblia dice, es que nos perdemos por falta de visión o discernimiento. Recuerda que tú como padre, no solo debes velar por cosas básicas de tus hijos; tú mayor dedicación es llevarles a Cristo. Recuerda que ellos no nacen salvos sino pecadores, pero con promesa de salvación. Les marcamos no para decir que son salvos, sino que confiamos en la salvación del Señor. ¡Ábrale todos los días los ojos a tus hijos con el evangelio! ¡Ayúdeles a tener discernimiento sobre la vida, la fe y las realidades en que vivimos! ¡No deje que las filisteas les abran los ojos! Es tu deber, alumbrarles con la luz con la que tú has sido alumbrado.

4. FUERZA SIN CARÁCTER

En esa gama de vacíos y realidades pecaminosas de esta gran promesa para la vida de la familia y la nación, vemos su falta de carácter. Es un niño desde su infancia muy fuerte. Quizás caminó antes de tiempo. Quizás de defendió rápidamente. No fue un niño tullido, débil o flojo. Por el contrario, era un niño muy valiente y fuerte. Para los sistemas médicos hoy, fue un niño aventajado en su crecimiento y desarrollo. Hábil caminador, fuerte escalador y desafiante de las hostilidades. ¡Que niño tan saludable! No necesitó vacunas para tener tanta fuerza y salud. No sufrió de desnutrición o inapetencia. Por el contrario, marcaba desafíos reales a los demás padres, con hijos de su edad. Un hijo físicamente envidiable. Muchos de nosotros como padres quisiéramos tener hijos sanos, fuertes y con un crecimiento y salud adecuados.

No obstante, cuando Sansón crece, le vemos pensar que su fuerza era la base de su victoria y no cultivó el carácter. Se apoyó en sus capacidades y no en su relación con el Señor. “Y le dijo: !!Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él” (Jue. 16:20). “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Cor. 10:12). La autoconfianza es destructiva y nos aleja del Señor. No confiar en Dios es orgullo y derrota. “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Ef. 6:10).