¿Por qué nosotros como padres, nos enfocamos en lo físico, emocional y alimentario y no en el carácter? ¿Qué pasa con los padres cristianos y piadosos que somos tan pasivos o ingenuos en cuanto a nuestro deber central? ¿Por qué nos preocupa tanto que un hijo no crezca, tenga una alergia, este bajo de peso o tenga un diente desviado y no nos preocupa su rebeldía, necedad y falta de fe? ¿Por qué nos preocupamos tanto por las calificaciones de nuestros hijos, su bajo rendimiento, su alimentación balanceada y no por su relación con el Señor? Es muy inusual en mi ejercicio pastoral, ver padres acercarse para decirme: pastor estoy muy preocupado porque mi hijo es rebelde. No sé qué hacer porque mi hijo no ora, no respeta y no cree en Cristo. La mayoría de los padres, por supuesto, bien intencionados, se acercan para pedir consejo sobre alimentación, cuidados y hábitos saludables. Quizás eso le pasó a los padres de Sansón. Es probable que se enfocaron en lo necesario, pero no en lo esencial. Se consagraron a lo natural, pero no a lo trascendental. De esta forma, tenemos hijos bien calificados en la escuela, pero sin carácter cristiano. Con buen peso y talla, pero sin temor de Dios. Los alimentamos y malgastamos el tiempo para que rápidamente se vengan contra Dios, la iglesia y nosotros.
5. TRADICIONES SIN SANTIDAD
Otro de los exabruptos en la vida de este notable juez de Israel, fue que aprendió tradiciones, ritos y deberes sin la debida santidad y piedad. Es decir, vivió una vida religiosa, con ritos sin el fervor que eso implica. Viene a mi mente el mensaje a la iglesia de Éfeso en el Apocalipsis. Una iglesia fiel, tradicional, obediente, pero sin fulgor o candor espiritual. Cuando aprendemos a hacer las cosas, sin la pasión que deben ser hechas, tenemos una religión muerta. Muchos cristianos viven su fe sin vida, sin esperanza y sin fuerza. Creen, repiten y se mantienen. No hay vida, ni pasión. Es una relación solo por deber u obligación. ¡Qué tristeza de cristianismo!
Es notable la consecuencia de Sansón, cuando públicamente testifica que la razón de su fuerza era su cabello y no Dios. Vemos el abandono del Señor, pues no reconoció que Él era la razón de sus victorias y de su poder. Lastimosamente Sansón no comprendió que su fuerza no venía de su cabello, ni de ser nazareo, sino de Dios. Cuando le vemos consiente del poder de Dios, es el día de su muerte. De esta forma, se inmola junto a sus enemigos, con quienes coqueteó gran parte de su vida. “Entonces clamó Sansón a Jehová, y dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos” (Jue. 16:28).