book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 99
—¡La presa Hoover! —exclamó Thalia—. ¡Qué pasada!
Nos quedamos boquiabiertos contemplando aquel muro curvado de hormigón que surgía de pronto
entre las dos paredes del cañón. Había personas en lo alto del dique; se veían tan diminutas como
moscas.
Las náyades nos habían abandonado soltando gruñidos. No entendía qué decían, pero era obvio que
odiaban aquel dique que bloqueaba su hermoso río. Nuestras canoas giraban sobre sí mismas y
empezaban a moverse río abajo, impulsadas por el agua que dejaban escapar las esclusas.
—Doscientos metros de altura —dije—. Construida en los años treinta.
—Treinta y cinco mil kilómetros cúbicos de agua —añadió Thalia.
Grover suspiró.
—El mayor proyecto constructivo de Estados Unidos.
Zoë nos miró perpleja.
—¿Cómo sabéis todo eso?
—Annabeth —contesté—. A ella le gusta la arquitectura.
—Se volvía loca con estas cosas —dijo Thalia.
—Se pasaba todo el rato recitando datos —agregó Grover, sorbiéndose la nariz—. Una verdadera lata.
—Ojalá estuviese aquí —murmuré.
Los demás asintieron. Zoë seguía mirándonos extrañada, pero a mí me daba igual. Parecía una crueldad
del destino que hubiéramos llegado a la presa Hoover, uno de sus monumentos favoritos, y que ella no
estuviera allí para verla.
—Tenemos que subir —dije—. Aunque sólo sea por ella. Para poder decir que hemos estado.
—Tú estás loco —replicó Zoë—. Aunque… también es verdad que allí está la carretera —añadió
señalando un enorme aparcamiento junto al dique—. Y las visitas guiadas.
***
Tuvimos que caminar casi una hora para hallar un camino que llevase a la carretera. Salimos al este del
río y luego retrocedimos hacia el dique. Hacía frío y soplaba mucho viento allá arriba. A un lado, se
extendía un inmenso lago encajonado entre montañas desérticas. Al otro lado, el dique descendía
doscientos metros hasta el río en lo que parecía la rampa de monopatín más peligrosa del mundo.
Thalia caminaba por el centro de la carretera, para permanecer lo más alejada