book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 94
—¡Eh, Talos, tío! —gritó Grover para distraerlo, pero el monstruo alzó su espada sin perdernos de vista
a Bianca y a mí.
Grover tocó una melodía rápida con sus flautas. En la autopista, los cables eléctricos empezaron a
bailar. Comprendí lo que se proponía una fracción de segundo antes de que ocurriera. Uno de los
postes, enganchado todavía a los cables, voló hacia la pierna del gigante y se le enrolló en la
pantorrilla. Los cables chisporrotearon y enviaron una descarga que le dio una buena sacudida en el
trasero.
Talos se volvió, chirriando y echando chispas. Grover nos había proporcionado unos segundos con su
maniobra.
—¡Vamos! —le dije a Bianca. Pero ella se había quedado paralizada. Sacó de su bolsillo una pequeña
figura de metal: la estatua de un dios—. Era para Nico. Es la única que le falta.
—¿Cómo puedes pensar en la Mitomagia en un momento como éste?
Ella tenía lágrimas en los ojos.
—Tíralo —le dije—. Quizá el gigante nos deje en paz.
Lo dejó caer de mala gana, pero no ocurrió nada.
El gigante seguía cargando contra Grover. Atravesó con su espada una montaña de chatarra y no le dio
por muy poco a nuestro amigo, pero la avalancha de desechos metálicos se le vino encima y se lo tragó.
—¡No! —chilló Thalia. Apuntó con su lanza al gigante y un arco azul fue a golpearlo en una de sus
rodillas oxidadas, que se dobló en el acto.
El gigante se tambaleó, pero volvió a incorporarse de inmediato. Era difícil decir si sentía algo. No se
adivinaba la menor emoción en su rostro medio fundido, pero creo que estaba tan irritado como pueda
estarlo un guerrero metálico de veinte pisos.
Levantó un pie para aplastar el montón de chatarra y vi que tenía una suela parecida a una zapatilla de
deporte. En el talón había un orificio, como una boca de alcantarilla, con unas letras rojas alrededor que
sólo logré descifrar cuando el pie ya había propinado su pisotón: «Sólo mantenimiento.»
—Ha llegado la hora de las ideas descabelladas.
Bianca me miró nerviosa.
—Como tú digas.
Le expliqué lo de la trampilla de mantenimiento.
—Quizá haya un modo de controlar a esa cosa. Un interruptor o algo así. Voy a meterme dentro.
—¿Cómo? ¡Tendrás que ponerte debajo del pie! ¡Te aplastará!
—Distráelo —dije—. Lo único que he de hacer es calcular bien el momento.
Ella apretó los dientes.
—No. Lo haré yo.
—Tú no puedes hacerlo. ¡Eres nueva! Te mataría.
—El monstruo se ha puesto a perseguirnos por mi culpa —dijo—. Es responsabilidad mía. Toma. —
Recogió otra vez la figura del dios y me la puso en la mano—. Si me pasara algo, dásela a Nico. Dile…
dile que lo siento.
—¡No, Bianca!
Pero ella salió corriendo hacia el pie izquierdo del gigante.
Thalia había conseguido atraer su atención por el momento. Había descubierto que el monstruo era
grande pero muy lento. Si lograbas permanecer cerca sin que te aplastara, podías correr a su alrededor y
mantenerte a salvo. Al menos, a ella le estaba funcionando.
Bianca se situó junto al pie del gigante y procuró mantener el equilibrio sobre los hierros que se movían
y balanceaban bajo aquel peso colosal.
—¿Qué vas a hacer? —le chilló Zoë.
—¡Haz que levante el pie! —gritó ella.
Zoë disparó una flecha a la cara del monstruo que le entró por un orificio de la nariz. Talos se enderezó
de golpe y sacudió la cabeza.