book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 9

El bolígrafo fue creciendo hasta convertirse en una espada griega de bronce, de casi un metro de largo y con un mango forrado de cuero. Su hoja tenía un leve resplandor y arrojaba una luz dorada sobre las taquillas alineadas a ambos lados. Crucé a toda prisa el pasillo, pero en el otro extremo no había nadie. Abrí una puerta y me encontré de nuevo en el vestíbulo principal. Me quedé pasmado. No veía a Espino por ninguna parte, pero sí a los hermanos Di Angelo, que permanecían al fondo paralizados de terror. Avancé poco a poco, bajando la espada. —Tranquilos. No voy a haceros daño. Ellos no respondieron. Tenían los ojos desorbitados de pánico. ¿Qué les pasaba? ¿Dónde se había metido Espino? Tal vez había percibido la presencia de Contracorriente y se había batido en retirada. Los monstruos aborrecen las armas de bronce celestial. —Me llamo Percy —dije, tratando de aparentar serenidad—. Os sacaré de aquí y os llevaré a un lugar seguro. Bianca abrió los ojos aún más y apretó los puños. Sólo demasiado tarde comprendí el sentido de su mirada. No era yo quien la tenía aterrorizada. Quería prevenirme. Me giré en redondo y en ese mismo instante oí un silbido y sentí un agudo dolor en el hombro. Lo que parecía una mano gigantesca me impulsó hacia atrás hasta estrellarme contra la pared. Lancé un mandoble con la espada, pero sólo rasgué el aire. Una fría carcajada resonó por el vestíbulo. —Sí, Perseus Giiiackson —dijo el doctor Espino, masacrando la J de mi apellido—. Sé muy bien quién eres. Intenté liberar mi hombro. Tenía el abrigo y l