book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 40

Estaba a punto de confesarle que no, cuando Thalia gritó: —¡Equipo azul! ¡Seguidme! Todos estallaron en vítores y la siguieron. Tuve que apresurarme para darles alcance y tropecé con el escudo de otro chico. En resumen: no parecía demasiado un co-capitán. Más bien un idiota. *** Situamos nuestra bandera en lo alto del Puño de Zeus: un grupo de rocas en mitad de los bosques del oeste que, visto desde cierto ángulo, parece un gigantesco puño surgido de las entrañas de la tierra. Si lo miras por el otro lado, parece un montón de excrementos de ciervo, pero Quirón no nos habría permitido que lo llamásemos Montón de Mierda, sobre todo después de haber sido bautizado ya con el nombre de Zeus, que no tiene demasiado sentido del humor. En todo caso, era un buen lugar para situar la bandera. La roca más alta tenía seis metros y era bastante difícil de escalar, de manera que la bandera quedaba bien visible, tal como establecía el reglamento, sin que importara demasiado que los centinelas no pudieran permanecer a menos de diez metros de ella. Puse a Nico de guardia con Beckendorf y los hermanos Stoll, pensando que así quedaría a salvo y al margen de la trifulca. —Vamos a enviar un señuelo hacia la izquierda —dijo Thalia a todo el equipo—. Suena, tú lo encabezarás. —¡Entendido! —Llévate a Laurel y Jason. Son buenos corredores. Describe un arco bien amplio en torno a las cazadoras. Atrae a todas las que puedas. Yo daré un rodeo por la derecha con el grupo de asalto y las pillaré por sorpresa. Todos asintieron. Parecía un buen plan, y Thalia lo había explicado con tanta confianza que era fácil creer que funcionaría. Ella me miró. —¿Algo que añadir, Percy? —Eh, sí. Ojo avizor en la defensa. Tenemos cuatro centinelas y dos exploradores. No es mucho para un bosque tan grande. Yo iré cambiando de posición. Gritad si necesitáis ayuda. —¡Y no abandonéis vuestros puestos! —Salvo que veáis una ocasión de oro —añadí. Thalia frunció el entrecejo. —No abandonéis vuestros puestos, ¿vale? —Exacto. Salvo… —¡Percy! —Me puso la mano en el brazo y recibí una buena descarga. En invierno cualquiera puede transmitir electricidad estática, pero si lo hace Thalia duele un rato, lo aseguro. Imagino que tendrá que ver con el hecho de que su padre sea el dios del rayo. He oído que ha llegado a freírle las cejas a más de uno—. Perdón —se disculpó enseguida, aunque no parecía muy arrepentida—. Bueno, ¿todo el mundo lo ha entendido? Todos asintieron. Nos fuimos dispersando en pequeños grupos. Sonó la caracola y empezó el juego. El grupo de Silena desapareció por la izquierda. El de Thalia le dio unos segundos de ventaja y se lanzó hacia la derecha. Yo aguardé a que ocurriese algo. Trepé hasta lo alto del Puño de Zeus para disponer de una buena vista del bosque. Recordaba cómo habían surgido las cazadoras sin más la otra ocasión, mientras luchábamos con la mantícora, y me esperaba un ataque relámpago parecido: una carga por sorpresa pensada para arrollarnos. Pero no pasaba nada. Divisé un instante a Silena y sus dos exploradores. Cruzaron corriendo un claro, seguidos por cinco cazadoras, y se internaron en el bosque con el fin de alejarlas lo máximo posible de Thalia. El plan parecía funcionar. Luego vi a otro pelotón de cazadoras que se dirigían hacia el este con sus arcos en ristre. Debían de haber localizado a Thalia. —¿Qué ocurre? —me preguntó Nico mientras intentaba encaramarse a mi lado.