book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 31
Quirón señaló con la cabeza al señor D, que seguía escuchando con ceño las explicaciones de Nico
sobre los puntos de defensa que los dioses tenían en su juego.
—Largaos ya —ordenó Quirón.
—Entendido. Venga, Percy —dijo Thalia, y me sacó de la Casa Grande antes de que Dioniso se
acordase de que quería matarme.
***
—Ya tienes a Ares en tu contra —me recordó mientras caminábamos por la nieve hacia las cabañas—.
¿Es que quieres otro enemigo inmortal?
Thalia tenía razón. Durante mi primer verano en el campamento me había enredado en una trifulca con
Ares, y desde entonces el dios de la guerra y todos sus hijos querían acabar conmigo. Así que no me
hacía falta sacar de quicio también a Dioniso.
—Lo siento —dije—. No he podido evitarlo. Es demasiado injusto.
Se detuvo junto al arsenal y contempló la cima de la Colina Mestiza, al otro lado del valle. Su pino
seguía allí, con el Vellocino de Oro reluciendo en la rama más baja. La magia del árbol continuaba
protegiendo los límites del campamento, pero ya no extraía su poder del espíritu de Thalia.
—Percy, todo es injusto —murmuró—. A veces me gustaría…
No terminó la frase; su tono era tan triste que la compadecí. Con su pelo negro desgreñado y su ropa
punk, además del viejo abrigo de algodón que se había echado sobre los hombros, parecía un cuervo
enorme, completamente fuera de lugar en aquel paisaje tan blanco.
—Rescataremos a Annabeth —prometí—. Aunque todavía no sepa cómo.
—Primero supe que habíamos perdido a Luke —dijo ella con la mirada extraviada—. Y ahora también
a Annabeth…
—No pienses así.
—Tienes razón —dijo, irguiéndose—. Encontraremos la manera.
En la pista de baloncesto, varias cazadoras tiraban unas canastas. Una de ellas discutía con un chico de
la cabaña de Ares. El chico ya tenía la mano en el pomo de su espada y ella daba la impresión de estar a
punto de dejar la pelota para agarrar su arco.
—Yo me encargo de separarlos —dijo Thalia—. Tú pásate por las cabañas y avisa a todos del partido
de capturar-la-bandera.
—De acuerdo. Deberías ser tú la capitana.
—No, no. Tú llevas más tiempo en el campamento. Tienes que ser tú.
—Podríamos ser… co-capitanes o algo así.
La idea pareció gustarle tan poco como a mí, pero asintió.
Cuando ya se iba hacia la pista de baloncesto, le dije:
—Oye, Thalia.
—¿Qué?
—Siento lo ocurrido en Westover. Debí haberos esperado.
—No importa, Percy. Yo habría hecho lo mismo se wW&?V?FR?( DFW7??;27RW6?FRV??R?G&???6???GVF?F?( B?+?6&W3??V??G&?L:??R&VwV?F7FR?"??G&R?FR??L:?g&\:?"W7:'&v?2?W0?V^(
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