book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 30
—Sí, está bien —dijo—. Pero habéis traído para reemplazarla a este crío latoso. Así pues, no creo que
tenga sentido poner en peligro a otros mestizos en una absurda operación de rescate. Hay grandes
posibilidades de que esa Annie esté muerta.
Quise estrangularlo. Era una injusticia que Zeus lo hubiera nombrado director del campamento para
que dejase el alcohol y se desintoxicara durante cien años. Se suponía que era en castigo por su mal
comportamiento en el Olimpo, pero había acabado convirtiéndose en un castigo para nosotros.
—Annabeth podría estar viva —dijo Quirón, aunque me di cuenta de que le costaba bastante mostrarse
optimista. Él había criado a Annabeth durante todos los años que pasó en el campamento, antes de que
volviera a intentar vivir con su padre y su madrastra—. Es una chica muy inteligente. Si nuestros
enemigos la tienen en su poder, tratará de ganar tiempo. Tal vez simule incluso que está dispuesta a
colaborar.
—Es cierto —dijo Thalia—. Luke la querrá viva.
—En tal caso —dijo el señor D—, me temo que deberá arreglárselas con su inteligencia y escapar por
sus propios medios.
Me levanté airado de la mesa.
—Percy… —susurró Quirón, advirtiéndome. Yo ya sabía que con el señor D no podías meterte ni en
broma. Aunque fueses un chico impulsivo aquejado de Trastorno Hiperactivo por Déficit de Atención
(THDA) como yo, no te dejaba pasar ni una. Pero estaba tan furioso que me daba igual.
—Parece muy contento de haber perdido a otro campista —le dije—. ¡A usted le encantaría que
desapareciéramos todos!
El señor D ahogó un bostezo.
—¿Tienes algún motivo para decir eso?
—Desde luego que sí —repliqué—. ¡Que lo enviasen aquí como castigo no significa que tenga que
comportarse como un estúpido perezoso! Esta civilización también es la suya. Podría hacer un esfuerzo
y ayudar un poco…
Durante un segundo se hizo el silencio absoluto, a excepción del crepitar del fuego. La luz se reflejaba
en los ojos del señor D y le daba un aire siniestro. Abría la boca para decir algo (seguramente para
soltar una maldición que me haría saltar en pedazos) cuando Nico irrumpió en el salón seguido de
Grover.
—¡Qué pasada! —gritó señalando a Quirón—. ¡O sea, que eres un centauro!
Quirón logró esbozar una sonrisa nerviosa.
—Sí, señor Di Angelo, en efecto. Pero prefiero permanecer con mi forma humana, en esta silla de
ruedas, al menos durante los primeros encuentros.
—¡Uau! —Nico miró al señor D—. ¿Y tú eres el tipo ese del vino? ¡Qué fuerte!
El señor D apartó los ojos de mí y le dirigió a Nico una mirada de odio.
—¿El tipo del vino?
—¿Dioniso, no? ¡Uau! Tengo tu figura.
—¿Mi figura?
—En mi juego Mitomagia. ¡También tengo tu cromo holográfico! ¡Y aunque sólo posees unos
quinientos puntos de ataque y todo el mundo dice que tu cromo es el más flojo, a mí me parece que tus
poderes molan un montón!
—Ah. —El señor D se había quedado estupefacto, perplejo de verdad, cosa que probablemente me
salvó la vida—. Bueno… es gratificante saberlo.
—Percy —dijo Quirón rápidamente—, tú y Thalia ya podéis iros a las cabañas. Anunciad a todos los
campistas que mañana por la noche jugaremos un partido de capturar-la-bandera.
—¿En serio? —pregunté—. Pero si no hay suficientes…
—Es una vieja tradición —repuso Quirón—. Un partido amistoso que se celebra siempre que nos
visitan las cazadoras.
—Sí —musitó Thalia—. Muy amistoso, seguro.