book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 144
Capítulo 20
En Navidad me gano un nuevo enemigo
Antes de dejar el Olimpo, decidí hacer unas llamadas. No era fácil con el jaleo de la fiesta, pero al final
encontré una fuente tranquila en un rincón del jardín y le envié un mensaje Iris a mi hermano Tyson, en
el fondo del océano. Le hablé de nuestras aventuras y de Bessie —él quería conocer todos los detalles
sobre aquel bebé encantador de toro-serpiente—, y le aseguré que Annabeth estaba a salvo. Finalmente,
le expliqué los daños que el ataque del mantícora había causado en el escudo que él me había fabricado
el verano anterior.
—¡Aja! —dijo—. ¡Eso significa que era bueno! ¡Te salvó la vida!
—Ya lo creo, grandullón. Pero está destrozado.
—¡De eso nada! —me prometió—. Iré a visitarte el próximo verano y te lo arreglaré.
La idea me entusiasmó. Supongo que no me había dado cuenta de lo mucho que lo echaba de menos.
—¿En serio? —le pregunté—. ¿Te dejarán unos días libres?
—¡Sí! He hecho dos mil setecientas cuarenta y una espadas mágicas —dijo orgulloso, mientras me
mostraba la hoja que estaba trabajando—. El jefe dice: «¡Buen trabajo!» Me dejará que me tome todo
el verano. Y yo iré de visita al campamento.
Todavía hablamos un rato de los preparativos de la guerra y del combate que libraba nuestro padre con
los antiguos espíritus del mar, y de las cosas divertidas que podríamos hacer juntos el próximo
verano… Hasta que su jefe empezó a vociferar y tuvo que volver al trabajo.
Saqué mi último dracma de oro y mandé otro mensaje Iris.
—Sally Jackson —dije—. En el Upper East Side de Manhattan.
La niebla tembló un instante y enseguida apareció mi madre en la mesa de la cocina, riendo a
carcajadas y con las manos entrelazadas con su amigo, el señor Besugoflis.
Aquello me resultó tremendamente embarazoso y ya estaba a punto de agitar la niebla con la mano para
cortar la comunicación cuando mi madre reparó en mí.
Abrió unos ojos como platos y soltó a toda prisa la mano de Besugoflis.
—¡Ay, Paul! —le dijo—. Me he dejado el cuaderno en la sala de estar. ¿Te importa ir a buscármelo?
—Claro, Sally. Ahora mismo voy.
En cuanto salió de la habitación, mi madre se inclinó hacia delante para ver con claridad el mensaje.
—¡Percy! ¿Estás bien?
—Eh, sí, muy bien. ¿Qué tal va ese taller de escritura?
Ella frunció los labios.
—Perfecto. Pero eso no importa. Cuéntame qué ha pasado.
Le hice un resumen lo más rápido que pude. Ella suspiró aliviada cuando escuchó que Annabeth estaba
a salvo.
—¡Sabía que lo lograrías! —dijo—. Estoy muy orgullosa de ti.
—Ya, bueno, será mejor que te deje seguir trabajando.
—Percy… Paul y yo…
—Mamá… ¿eres feliz?
La pregunta la pilló por sorpresa. Pensó un momento.
—Sí. La verdad es que sí, Percy. Tenerlo cerca me hace feliz.
—Entonces, perfecto. En serio. No te preocupes por mí.
Lo más curioso es q VR??FV<:?FRfW&FB?FV??V?F?V?7VV?F?fV?GW&VR6&&FR6??6?V?"?F??fW?FV&W,:??&W&?R&V?7WF??"V????,:?f?7F?????fF2VRVVFV?6W"V?2W'6??26????G&2?6????:?&7V?W26????:????V?R6??F???F?&?:???,:?6???6?F?V?W'6??g&?F?F?F??6?FV???"??7W2?FW&W2?R?,:??FF??:2?VF?VRV??6?:?6???&W2?W&??fW"??G&P??