book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 143
Ella me examinó con preocupación. Tocó el mechón gris que me había salido en el pelo y que era
idéntico al suyo: un doloroso recuerdo por haber sostenido la carga de Atlas. Quería decirle muchas
cosas, pero Atenea me había arrebatado toda la seguridad en mí mismo. Me sentía como si me hubieran
dado un puñetazo en el estómago.
«No apruebo tu amistad con mi hija.»
—Bueno —dijo Annabeth—, ¿qué querías decirme antes?
Seguía sonando la música. La gente bailaba en las calles.
—Eh… —balbucí— bien, estaba pensando que en Westover Hall nos interrumpieron. O sea que… creo
que te debo un baile.
Ella sonrió lentamente.
—Muy bien, sesos de alga.
La tomé de la mano. No sé qué oirían los demás, pero para mí sonaba como una canción lenta: un poco
triste quizá, pero un poco esperanzadora también.