book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 129
No aguardé a que respondiera. Saqué a Contracorriente y corté sus cadenas. Luego me situé a su lado y
me preparé para resistir con una rodilla en el suelo. Alcé las manos y toqué las nubes frías y espesas.
Por un momento, sostuvimos juntos el peso. Era lo más pesado que había aguantado en mi vida, como
si mil camiones me estuvieran aplastando. Pensé que iba a desmayarme de dolor, pero respiré hondo.
«Soy capaz de hacerlo.»
Entonces Artemisa se zafó de la carga y la sostuve yo solo.
Más tarde, he intentado muchas veces describir aquella sensación y no lo he logrado. Cada músculo de
mi cuerpo se volvió de fuego. Era como si los huesos se me estuvieran derritiendo. Quería gritar, pero
no tenía fuerzas ni para abrir la boca. Empecé a ceder poco a poco. El peso del cielo me aplastaba.
«¡Resiste! —dijo la voz de Grover en mi interior—. ¡No te rindas!»
Me concentré en la respiración. Si lograba sostenerlo unos segundos más… Pensé en Bianca, que había
dado su vida para que nosotros llegáramos allí. Si ella había sido capaz de semejante sacrificio, yo
tendría que serlo de sostener aquel peso.
La visión se me hacía borrosa. Todo estaba teñido de rojo. Entreví algunas imágenes de la batalla, pero
no estaba seguro de distinguir nada con claridad. Creí ver a Atlas con su armadura de combate y su
jabalina, riendo como un loco mientras peleaba. Y más allá, me pareció ver a Artemisa: un borrón
plateado. Manejaba dos tremendos cuchillos de caza, cada uno tan largo como su brazo, y le lanzaba
estocadas al titán con furia, al tiempo que esquivaba sus golpes y daba saltos con una gracia increíble.
Parecía cambiar de aspecto mientras maniobraba. Era un tigre, una gacela, un oso, un halcón. A lo
mejor aquello era producto de mi imaginación enfebrecida. Zoë le disparaba flechas a su padre,
buscando las junturas de su armadura. Atlas rugía de dolor cada vez que una de ellas le acertaba,
aunque para él no pasaban de ser como una picadura de abeja, lo cual no lograba otra cosa que
enfurecerlo todavía más.
Thalia y Luke luchaban lanza contra espada con los relámpagos centelleando a su alrededor. Con el
halo de su escudo, Thalia lo hizo retroceder. Ni siquiera él era inmune a aquel hechizo. Dio varios
pasos atrás y gruñó de pura frustración.
—¡Ríndete! —gritó Thalia—. ¡Tú nunca has logrado derrotarme!
Él esbozó una sonrisa sardónica.
—¡Ya lo veremos, mi vieja amiga!
Yo tenía el rostro cubierto de sudor. Las manos me resbalaban. Mis hombros habrían gritado de dolor si
hubiesen podido. Tenía la sensación de que me estaban soldando con un soplete todas las vértebras de
la columna.
Atlas avanzaba, hostigando a Artemisa. La diosa era rápida, pero la fuerza del titán resultaba
arrolladora. Su jabalina se clavó en el suelo abriendo una fisura en la roca, justo donde Artemisa había
estado un segundo antes. Atlas la cruzó de un salto y siguió persiguiéndola. Parecía que ella lo
arrastrase hacia mí.
«Prepárate», me dijo mentalmente.
El dolor me volvía incapaz de pensar. Mi respuesta fue algo así como: «Aggg-ufff-uaaaaa.»
—Combates bien para ser una chica —le dijo Atlas riendo—. Pero no eres rival para mí.
Le hizo una finta con la punta de la jabalina y Artemisa la esquivó. Yo &Wl:??'F??;?,:?F?V?FR??f??F\;2??&???FW'&?,;2?F??6L:?F??RV??2?W&?2??V?G&2V??6:??7VV???F?26P?F?7W6?6W7F&?RV?v??RFVf???F?f???( L*??( Fw&?L;2??:???6?L;2V?G&R7RG&R?'FV?6????;2V?f?V6??g&V?FRFV?F?L:??F??FRVVL;2???F6???V??7VW&??FRV?V??6?&????F?2'&?;2FR&&???RF??V????F??7R????VRgVRW7G&V??'6R6??G&?V?w'W?FR&?62?Vw&2??V?6Rw&?F"7R???'&R?6?'&W"?VF&??W&????L:??&?"????fW&?R???6?V?W&f\:?L;6?FP??,:?FW'&??F??F?26Rf??f?;2?6?'FV?66??W?&W6?;6?G&?V?f??V??FV,:?FRW7F"?W&?F???'VR??6R?Wf?L;2??