book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 127
«¡No pienses en él! —Era la voz de Grover en mi interior: nuestra conexión por empatía. Podía percibir
hasta sus emociones. Iba a darle un ataque de pánico—. Estoy perdiendo a Bessie. ¡Bórralo de tus
pensamientos!»
Procuré poner mi mente en blanco, pensar enjugadores de baloncesto, en monopatines, en todas las
variedades de golosinas de la tienda de mi madre. En fin, en cualquier cosa, salvo en Bessie.
—Thalia, llama al taurofidio —insistió Luke—. Y serás más poderosa que los dioses.
—Luke… —Su voz traslució un gran dolor—. ¿Qué te ha ocurrido?
—¿No recuerdas todas las veces que hablamos? ¿Todas las veces que llegamos a maldecir a los dioses?
Nuestros padres no han hecho nada por nosotros. ¡No tienen derecho a gobernar el mundo!
Ella negó con la cabeza.
—Libera a Annabeth. Suéltala.
—Si te unes a mí —prometió Luke—, todo podría ser como antes. Los tres juntos de nuevo. Luchando
por un mundo mejor. Por favor, Thalia. Si no accedes… —Su voz flaqueó—. Es mi última oportunidad.
Si no accedes, él recurrirá a otros medios. Por favor.
No sabía a qué se refería, pero el miedo que latía en su voz era real. Luke corría peligro. Su vida
dependía de la decisión de Thalia. Y me dio miedo que ella creyera lo mismo.
—No lo hagas, Thalia —dijo Zoë—. Hemos de luchar contra ellos.
Luke hizo otro gesto con la mano y apareció un fuego de la nada. Un brasero de bronce como el que
había en el campamento. Una llama donde hacer un sacrificio.
—Thalia —dije—. No.
Detrás de Luke, el sarcófago dorado empezó resplandecer. Y al hacerlo, vi una serie de imágenes en la
niebla que nos rodeaba: muros de mármol negro alzándose, ruinas creciendo de nuevo para erigir un
palacio hermoso y terrible a nuestro alrededor, un palacio hecho de miedo y sombras.
—Aquí erigiremos el monte Othrys —prometió Luke con una voz tan agarrotada que apenas parecía la
suya—. Y de nuevo será más fuerte y más poderoso que el Olimpo. Mira, Thalia. No nos faltan fuerzas.
Señaló hacia el océano. A mí se me cayó el alma a los pies: desde la playa donde había atracado el
Princesa Andrómeda, subía por la ladera de la montaña un gran ejército en formación. Dracaenae y
lestrigones, monstruos y mestizos, perros del infierno, arpías y otras criaturas que ni siquiera sabría
nombrar. Debían de haber vaciado el barco entero, porque eran centenares, muchísimos más de los que
había visto a bordo el verano pasado. Y marchaban hacia nosotros. En unos minutos estarían allí arriba.
—Esto no es más que una muestra de lo que se avecina —continuó Luke—. Pronto estaremos
preparados para entrar en el Campamento Mestizo. Y después, en el mismísimo Olimpo. Lo único que
necesitamos es tu ayuda.
Por un instante terrible, Thalia titubeó. Miró a Luke fijamente, con aquellos ojos llenos de dolor, como
si lo único que deseara en este mundo fuera creerlo. Luego blandió su lanza.
—Tú no eres Luke. Ya no te reconozco.
—Por favor, Thalia —suplicó—. No me hagas… No hagas que él te destruya.
El tiempo se acababa. Si aquel ejército llegaba a la cima, nos arrollaría. Mis ojos se encontraron de
nuevo con los de Annabeth. Ella asintió.
Miré a Thalia y Zoë, y sentí que morir luchando con amigas como aquéllas no era lo peor que podía
pasarte en este mundo.
—Ahora —dije.
Y nos lanzamos juntos a la carga.
***
Thalia fue directa hacia Luke. El poder de su escudo era tan tremendo que las mujeres-dragón de su
guardia soltaron el ataúd de oro y salieron corriendo despavoridas. Pero, a pesar de su aspecto
enfermizo, Luke seguía siendo muy rápido con la espada. Gruñó como un animal salvaje y pasó al
contraataque. Cuando su espada, Backbiter, se estrelló contra el escudo de Thalia, saltó entre ambos una
gran bola de fuego que giró en el aire con lengüetas abrasadoras.