book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 121
—Entonces vamos a tener compañía —discurrió Zoë con tono lúgubre—. El ejército de Cronos.
Iba a responderle cuando se me erizó el vello de la nuca. Thalia dio un grito.
—¡Frena! ¡Rápido!
Zoë pisó el freno a fondo sin hacer preguntas. El Volkswagen amarillo giró sobre sí mismo dos veces
antes de detenerse al borde del barranco.
—¡Saltad! —Thalia abrió la puerta, me empujó fuera y rodamos los dos por el suelo.
Y enseguida… ¡buuuum!
Fulguró un relámpago y el coche del doctor Chase estalló como una granada amarilla. Los pedazos
como metralla me habrían destrozado de no ser por el escudo de Thalia, que apareció sobre mí de
repente. Oí un sonido a lluvia metálica, y cuando abrí los ojos estábamos rodeados de chatarra. Una
parte del guardabarros del Volkswagen se había quedado clavada en la carretera. El capó humeante
todavía daba vueltas en el suelo. Había trozos de metal amarillo por todos lados.
Noté el sabor del humo en la boca y miré a Thalia.
—Me has salvado la vida.
—«Uno perecerá por mano paterna» —murmuró—. Maldito sea. ¿Es que piensa destruirme? ¿A mí?
Me costó un segundo comprender que hablaba de su padre.
—Eh, oye —le dije—, no puede haber sido el rayo de Zeus. Ni hablar.
—¿De quién, entonces?
—No lo sé. Zoë ha pronunciado el nombre de Cronos… Tal vez ha sido…
Thalia sacudió la cabeza, furiosa.
—No. Ha sido él.
—Un momento —dije—. ¿Dónde está Zoë? ¡Zoë!
Nos levantamos al mismo tiempo y corrimos de un lado para otro alrededor del Volkswagen
destrozado. No había nadie dentro. Nada en la carretera. Miré por el precipicio, pero no vi ni rastro de
ella.
—¡Zoë! —llamé.
De pronto me la encontré a mi lado, tirándome del brazo.
—¡Silencio, idiota! ¿Quieres despertar a Ladón?
—¿Ya hemos llegado?
—Estamos muy cerca —dijo—. Seguidme.
Había sábanas de niebla deslizándose por la carretera. Zoë atravesó una de ellas y, cuando la niebla
pasó de largo, había desaparecido. Thalia y yo nos miramos perplejos.
—Concéntrate en Zoë —me recomendó Thalia—. La estamos siguiendo. Métete entre la niebla con esa
idea en la cabeza.
—Un momento, Thalia. Lo que ha sucedido en el muelle… Quiero decir, lo del mantícora y el
sacrificio…
—No quiero hablar de eso.
—¿Tú no habrías llegado a…? Bueno, ya me entiendes.
Ella vaciló.
—Estaba confusa. Nada más.
—No ha sido Zeus quien ha lanzado ese rayo. Ha sido Cronos. Quiere manipularte y enfurecerte contra
tu padre.
Ella respiró hondo.
—Percy, ya sé que lo dices para que me sienta mejor. Gracias. Pero ahora vamos. Hay que seguir
adelante.
Cruzó la niebla y la seguí.
Cuando el aire se despejó, continuábamos en la ladera, pero la carretera ahora era de tierra y estaba
flanqueada por hierba mucho más tupida. El sol trazaba en el mar una cuchillada sangrienta. La cima
de la montaña, envuelta en nubes de tormenta, parecía más cercana y más poderosa. Había un solo