Boletín SUAyED SEPTIEMBRE | Page 8

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La salud sexual

y el papel del psicólogo

de la salud

David Javier Enríquez Negrete

La adolescencia es una etapa del desarrollo, la cual se caracteriza por la imperante necesidad de ganar independencia del núcleo familiar, autonomía de los padres y mayor número de relaciones extrafamiliares. Al mismo tiempo que los jóvenes se desligan del sistema familiar tienen que enfrentar la crisis que implican los cambios biológicos propios de la adolescencia, como por ejemplo, el desarrollo físico de las características sexuales y transformaciones neuroquímicas, que en ocasiones pueden precipitarlos a comportarse de manera impulsiva y a buscar nuevas sensaciones. Así, surge una disposición a experimentar para obtener placer, se incrementa la frecuencia de las fantasías románticas y en conjunto, estas condiciones son un andamio para debutar sexualmente, mantener una vida sexual activa y/o experimentar con diferentes parejas.

Si bien las prácticas sexuales se llevan a cabo en diferentes etapas de la vida, es importante señalar que el ejercicio de éstas implican un cierto nivel de riesgo cuando no se llevan a cabo con el debido cuidado y se utiliza un método de barrera como el preservativo para evitar el intercambio de fluidos corporales entre la pareja. De esta manera, el sexo sin protección incrementa la probabilidad de tener un embarazo no deseado que en ocasiones, pueden terminar en abortos.

La adquisición de Infecciones de Tranmisión Sexual (ITS) son otro riesgo del sexo sin protección. Algunas de estas ITS son asintomáticas, por tanto, la detección y el tratamiento son un desafío. Tener una de estas infecciones puede llevar a complicaciones graves en la salud reproductiva de hombres y mujeres. Además, estas infecciones adquieren una nueva dimensión de riesgo cuando no se tratan debido a que pueden llegar a multiplicar por 10 el riesgo de adquisición y transmisión del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) que causa el SIDA, enfermedad que no tiene cura y es mortal.

Este preámbulo permite ubicar el papel del comportamiento en los problemas de salud sexual. Las conductas que lleva a cabo un individuo al momento de relacionarse sexualmente con una pareja, pueden exponerlo en mayor o menor grado a un embarazo o al contagio por ITS o por VIH. Conductas como usar un condón correctamente, negociar el preservativo con la pareja, la comunicación sexual asertiva, rechazar un encuentro sexual, la abstinencia, practicar el sexo seguro -besos, caricias, abrazos y masturbación en pareja- son comportamientos específicos que permiten prevenir riesgos en la salud sexual y reproductiva.

Estos actos, al ser comportamientos, se tornan de interés para los psicólogos como expertos de la conducta. El psicólogo tiene el potencial de incidir en diferentes variables psicológicas como: creencias, actitudes, motivaciones y percepciones relacionadas con llevar a cabo –o no- un determinado comportamiento –p. ej., usar condón-. Incidir en estas variables psicológicas cobra sentido si se considera que el ser humano es racional y sus cogniciones afectan su comportamiento. Sin embargo, a veces los individuos no se exponen al riesgo por lo que “creen” o “piensan” sino por un déficit de habilidades. Por ejemplo, una persona puede tener una actitud positiva hacia el preservativo y creer que usarlo es la mejor manera de prevenir una ITS, pero si no tiene habilidad, por ejemplo, para comunicarse con su pareja y negociar el condón, difícilmente se llevará a cabo la conducta sexual preventiva. No obstante, el psicólogo está capacitado para entrenar a los individuos en habilidades de prevención, teniendo la posibilidad de incidir tanto en variables cognitivas como conductuales.

Así, el diseño e implementación de programas de prevención y de intervención conductual para mitigar los índices de ITS y de embarazo no deseado son una necesidad imperante en diferentes sectores de la población. Por tanto, el psicólogo podría contribuir activamente en la solución de los problemas de salud sexual y reproductiva incidiendo en variables psicológicas y en el entrenamiento de habilidades para prevenir diferentes riesgos, mejorando así, la salud de la población y contribuyendo al ejercicio de una sexualidad plena.