a) Los estados emocionales negativos pueden llegar a constituir un riesgo para la salud, porque afectan el funcionamiento del sistema inmunológico, el sistema endocrino-metabólico y en general de todas las funciones fisiológicas, por ejemplo: estudios han demostrado la relación entre los altos niveles de ansiedad y el desarrollo de gastritis y colitis nerviosa; la psiconeuroinmunología ha demostrado que estos estados emocionales negativos bajan nuestras defensas y nos hace más susceptibles a infecciones oportunistas, prolongando las infecciones y retardando la cicatrización de heridas; y también se ha demostrado que las personas con un patrón de conducta tipo A (estresadas, competitivas, agresivas) tienen mayor probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
b) Pueden incidir negativamente en nuestros hábitos de salud, por ejemplo: una persona con depresión tiene mayor dificultad para regular sus horarios de sueño, cuidar sus hábitos alimenticios y tiende a un mayor aislamiento social, y una persona con estrés tiende a dormir menos y a consumir más comida rápida de bajo índice nutricional.
c) Los episodios agudos pueden agravar ciertas enfermedades, por ejemplo: una discusión intensa puede disparar un ataque de asma, una situación de estrés agudiza las cefaleas y migrañas, y una emoción muy fuerte puede llegar incluso a propiciar un infarto en personas con problemas cardiacos.
d) Los estados emocionales negativos pueden afectar el apego al tratamiento médico; una persona que se encuentra triste y desanimada, difícilmente tendrá un afrontamiento activo y un buen apego a su esquema de tratamiento, es probable que olvide tomarse los medicamentos o que no desee hacerlo e incluso se niegue a acudir al médico.
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