Por el bienestar de nuestra profesión y nuestra sociedad es indispensable que pongamos a prueba cada teoría en la práctica, en nuestra cultura, y no que intentemos que la población mexicana embone en teorías planteadas que son ajenas a nuestras diversas realidades. No se trata de pertenecer a la norma – se trata de reconocer que somos diferentes psicológicamente, sin que esto implique superioridad o inferioridad.
“La diversidad no sólo existe con relación a diversas etnias y géneros, también existe una diversidad de culturas según las clases sociales” (Tenorio, 2006, p.19). En México resulta vital hablar de ellas, ya que éste es quizá el principal factor de diversidad en nuestro país. El poder económico define el marco de acción del individuo – el grado de su libertad, su seguridad, su habilidad de realizarse plenamente como ser humano – y por lo tanto el eje primordial de opresión es el económico.
Para Felipe Curcó, (2013) profesor de ciencia política del ITAM, el modelo de la diversidad promulgado por los países anglosajones “en lo fundamental asume y da por sentadas como válidas las estructuras económicas y políticas básicas que soportan la economía de mercado y el liberalismo económico.” Esto resulta en que “se lleve a cabo un desplazamiento de la atención de cuestiones estructurales (distribución de la riqueza, empleo, violencia o injusticias sistémicas) hacia aspectos meramente culturales.” Es decir, el modelo neoliberal de la diversidad hace a un lado el debate sobre factores sistémicos y estructurales de justicia económica para generar “debate en torno a injusticias periféricas como el reconocimiento a los derechos colectivos y/o culturales y el respeto a los modos en que se construyen las identidades y roles como el de género sexual.”
El psicólogo tiene el potencial de incidir en diferentes variables psicológicas como: creencias, actitudes, motivaciones y percepciones relacionadas con llevar a cabo –o no- un determinado comportamiento –p. ej., usar condón-. Incidir en estas variables psicológicas cobra sentido si se considera que el ser humano es racional y sus cogniciones afectan su comportamiento. Sin embargo, a veces los individuos no se exponen al riesgo por lo que “creen” o “piensan” sino por un déficit de habilidades. Por ejemplo, una persona puede tener una actitud positiva hacia el preservativo y creer que usarlo es la mejor manera de prevenir una ITS, pero si no tiene habilidad, por ejemplo, para comunicarse con su pareja y negociar el condón, difícilmente se llevará a cabo la conducta sexual preventiva. No obstante, el psicólogo está capacitado para entrenar a los individuos en habilidades de prevención, teniendo la posibilidad de incidir tanto en variables cognitivas como conductuales.
Así, el diseño e implementación de programas de prevención y de intervención conductual para mitigar los índices de ITS y de embarazo no deseado son una necesidad imperante en diferentes sectores de la población. Por tanto, el psicólogo podría contribuir activamente en la solución de los problemas de salud sexual y reproductiva incidiendo en variables psicológicas y en el entrenamiento de habilidades para prevenir diferentes riesgos, mejorando así, la salud de la población y contribuyendo al ejercicio de una sexualidad plena.
Para Felipe Curcó, (2013) profesor de ciencia política del ITAM, el modelo de la diversidad promulgado por los países anglosajones “en lo fundamental asume y da por sentadas como válidas las estructuras económicas y políticas básicas que soportan la economía de mercado y el liberalismo económico.” Esto resulta en que “se lleve a cabo un desplazamiento de la atención de cuestiones estructurales (distribución de la riqueza, empleo, violencia o injusticias sistémicas) hacia aspectos meramente culturales.” Es decir, el modelo neoliberal de la diversidad hace a un lado el debate sobre factores sistémicos y estructurales de justicia económica para generar “debate en torno a injusticias periféricas como el reconocimiento a los derechos colectivos y/o culturales y el respeto a los modos en que se construyen las identidades y roles como el de género sexual.”
En México, sin embargo, este discurso de la diversidad de identidades subjetivas puede resultar ajeno a la realidad material de la diversidad como es experimentada por la mayor parte de los mexicanos – es decir, la diferencia de clases y como la diversidad de experiencias y vivencias es contextualizada por la misma. Curcó (2013), explica que “el capitalismo impone un discurso hegemónico en el que la crítica a cuestiones periféricas es tolerada siempre y cuando no se cuestionen los aspectos que la lógica hegemónica define como inamovibles.” En otras palabras, el modelo anglosajón de la diversidad representa una “distracción” con el propósito de no cuestionar aquellas estructuras que conservan intactas las injusticias que surgen como resultado de las diferencias de clase.
“La diversidad no sólo existe con relación a diversas etnias y géneros, también existe una diversidad de culturas según las clases sociales”
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