Boletín SUAyED ABRIL | Page 5

A la fecha se continúa con el estudio de esta alteración, buscando conocer la etiología y tener una mejor descripción sintomatológica a fin de poder generar mejores criterios diagnósticos.

En 1980, en el DSM-III se describió al autismo infantil como una categoría diagnóstica independiente a la esquizofrenia infantil; y en 1987, en el DSM-III-R se le denominó Trastorno Autista, y se agrega el diagnóstico de trastorno autista atípico para aquellos casos que no cumplían con todos los criterios para el diagnóstico. En 1994, en el DSM-IV, se definieron 5 categorías de autismo: trastorno autista, trastorno de Asperger, trastorno de Rett, trastorno desintegrativo infantil y trastorno generalizado del desarrollo no especificado; que se englobaron bajo la denominación de Trastornos Generalizados del Desarrollo (Artigas-Pallares & Paula, 2012).

Actualmente los avances de las neurociencias han sido muy importantes al momento de las modificaciones en los criterios diagnósticos. Se han descrito cuadros parciales y variabilidad sintomatológica por edad, nivel de afectación y coeficiente intelectual, por lo que el término de Trastornos del Espectro Autista (TEA), es el más aceptado (Roselli, Matute & Ardila, 2010).

En el DSM-V (2014) los TEA se encuentran dentro de los trastornos del neurodesarrollo bajo esta denominación; del mismo modo, se enfatiza la distinción entre 3 niveles de severidad: a) Nivel 1. Necesita ayuda; b) Nivel 2. Necesita ayuda notable; y c) Nivel 3. Necesita ayuda muy notable (APA, 2014).

Usando estudios de neuroimagen funcional se han encontrado alteraciones en la actividad cerebral lo que ha permitido plantear diferentes etiologías;

A nivel neuropsicológico, se observa un perfil irregular, los niños muestran alteraciones en diferentes dominios: inteligencia –p.ej. diferencias entre CI Verbal y CI Manipulativo-; modulación/detección sensorial –p.ej. dificultades en la recepción y procesamiento: hipo o hipersensibilidad-; percepción –p.ej. nivel de procesamiento visoperceptual igual o superior al de niños normales-; atención -p.ej. focalización y sostén atencional normal en niños con TEA de alto funcionamiento; por ello, prestan atención a detalles mínimos y pueden realizar actividades repetitivas sin fastidiarse; problemas con la atención exógena y selectiva-; memoria –p.ej. excelentes habilidades memorísticas con problemas de integración de la información para su uso; lenguaje –p.ej. recepción y expresión del lenguaje; uso de palabras para regular su entorno y no con fines de socialización-; motricidad –p.ej. comportamientos atípicos, conductas autolesivas, posturas inusuales, balanceos, etc.; déficits en la planeación motora-; y funciones ejecutivas –p.ej. fallos en planeación, flexibilidad cognitiva, memoria de trabajo e inhibición conductual; aunque la afectación en todos ellos es variable, pudiendo algunas tener un desarrollo mejor de lo esperado para la edad y escolaridad (Roselli, Matute & Ardila, 2010).

Artículos Centrales

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entre ellas, se habla de alteraciones en la lateralización y la dominancia hemisférica; una sobreactivación del hemisferio derecho; alteración en la inhibición de la actividad del hemisferio izquierdo; la lateralización del lenguaje oral en el hemisferio derecho y aumento en el volumen de las áreas de asociación en el lado derecho del cerebro (Ardila & Roselli, 2007).