experiencia cognitiva involucra al que conoce de una manera personal, con toda su estructura biológica
y psicológica individual y en un contexto social determinado. En otras palabras, postulan que no
percibimos el mundo que está fuera de nosotros, sino que vivimos ese mundo en el propio espacio
que generamos al actuar, al hacer cosas en ese mundo: y al vivir ese mundo, por nuestras propias
características, no somos capaces de distinguir entre percepción e ilusión. Esta es la clave para
entender la teoría del conocimiento que ellos proponen. No niegan la existencia, fuera de nosotros, del
mundo en que vivimos. Lo que postulan es que no podemos separar ese mundo de nuestra historia
de acciones, tanto biológicas como sociales, en él. En el acto de conocer, no podemos separar ese
mundo real de la forma cómo ese mundo se nos aparece a nosotros. No tenemos certeza si ese mundo
es la realidad o es nuestra ilusión de realidad. Dicho de otro modo, nuestro conocimiento no es un
reflejo de la realidad. Existe una continuidad entre lo social, lo humano y su sustrato biológico. Hay
una inseparabilidad entre nuestro ser, nuestro hacer y nuestro conocer que hace que este conocer no
es “en sí” sino que es producto de nuestro ser y de nuestro quehacer. Es el resultado de la continuidad
entre la acción y la experiencia, continuidad que no sólo se da en el plano puramente físico, sino que
también se da en nuestro mundo interior, en el plano del lenguaje y de la reflexión; y el lenguaje es
nuestra peculiar forma de ser humanos y de estar en el hacer humano. Por ello, el lenguaje es nuestro
instrumento cognoscitivo por excelencia. La Teoría del Aprendizaje de Varela y Maturana como Marco
General de Definiciones Recurro a esta teoría como marco básico de referencia porque, a mi modo de
ver, ella da cuenta de los fundamentos más profundos del proceso de aprendizaje, esto es, su sustento
biológico. La mayoría de las teorías que han prevalecido en este ámbito dan cuenta del aprendizaje
desde su sustrato psicológico. Ello es pertinente. Pero estoy convencida que el sustrato psicológico
se asienta profundamente en nuestra biología. Sin ella, no sucederían cosas en el maravilloso y
complejo mundo de nuestra mente. El punto de partida de la teoría del aprendizaje de Varela y
Maturana es que todo conocer se produce por el hacer y que este hacer se traduce en cambios a nivel
de la estructura del que conoce. El aprendizaje sería, así, el proceso de cambios internos que se
produce en un organismo vivo. En este caso, el ser humano. Ahora bien, ¿cuáles son las raíces para
que esto opere así? El primer paso es entender por qué “conocer es hacer”; porqué esta afirmación
está enraizada en la propia organización del ser vivo. El conocer no sólo se fundamenta en el sistema
nervioso; sus procesos comprometen al ser vivo como totalidad. Por eso resulta imprescindible
entender cuál es la organización del ser vivo, cuáles son las relaciones que hacen que un algo sea un
ser vivo. La proposición de Varela y Maturana es la siguiente: “los seres vivos se caracterizan porque,
literalmente, se producen continuamente a sí mismos”; esto es lo que se denomina “organización
autopoyética”. En lo fundamental, la organización autopoyética queda definida por las siguientes
relaciones: 1. Sus componentes (estructura) están continua y dinámicamente relacionados por una red
de interacciones y transformaciones químicas que conocemos como metabolismo celular. 2. Lo
peculiar del metabolismo celular es que algunos de sus componentes configuran un borde (o
membrana) que limita la red de transformaciones químicas posibles a su interior; pero no sólo limitan
las transformaciones, 3 también participan de ellas; en otras palabras, la membrana,
operacionalmente, es parte del interior de la célula. 3. La arquitectura interior y la dinámica de la célula,
son las dos caras de un mismo fenómeno de autoproducción; es, en definitiva, lo que permite la
organización autopoyética. 4. Así, lo propio de un sistema autopoyético es que levanta barreras para
distinguirse del contexto en el cual está inmerso, pero esto lo hace a partir de su propia dinámica
interna; ambas cosas, borde y dinámica, son inseparables. 5. Lo que distingue a un ser vivo de uno
que no lo es, en definitiva, es su organización autopoyética; entre sí, los seres vivos se pueden
distinguir porque pueden presentar distintas estructuras; pero su organización es esencialmente la
misma: una organización autopoyética. Ahora bien, en todo ser vivo, el cambio es no sólo posible sino
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