BITACORA REVISTA | Page 16

independiente y poder ir a compartir con otros niños y niñas de mi misma edad, además de usar un uniforme, tener cuadernos, lápices de colores, y otros elementos que eran demasiado llamativos para mí, al ingresar a las instalaciones del colegio pasamos por un pasillo largo donde nos esperaba la secretaria, la señora “Gilma”, quien me pidió que firmara mi matricula oficial, desde ese entonces hice parte de este mágico lugar, al llegar al salón un montón de niños y niñas lloraban si consuelo, no comprendía el porqué de su tristeza, si mi mamá desde siempre me hablo de los divertido que era asistir al colegio, por ello me concentre en explorar, jugar y cantar con mi profe, pasaron los días en el preescolar y yo andaba un poco inquieta, con muchas expectativas con respecto a querer aprender a leer y escribir, consideraba que los ejercicios y actividades que la profe nos asignaba eran muy básicos y yo ya sabía escribir mi nombre, identificar las vocales, yo quería ir un poco más allá, yo quería devorarme los cuentos infantiles, leerle a los demás niños, recitar, además de escribir lindas cartas y mensajes, por ello mi profe me brindo esa oportunidad y deposito en mi un voto de confianza y seguridad y aun estando en preescolar, saltándose los estándares para este grado pidió a mi madre una cartilla de “coquito”, donde a través de las silabas, las imágenes y demás pronto mi lectura silábica, lenta y un poco enredada dio fruto, además que la profe empleo la estrategia de “cuaderno de pegotes”, es decir en este cuaderno se pegaban todos los empaques de mecato que consumía y después debía pegarlos y transcribir lo que este contenía, esta estrategia fue empleada para la escritura y por ende para mejorar la caligrafía. Era una niña enormemente feliz, consideraba que la profe había llenado esa expectativa que yo tenía, enloquecí a mi familia de