¡BASTA YA! COLOMBIA: MEMORIAS DE GUERRA Y DIGNIDAD | Page 135

INFORME GENERAL Centro Nacional de Memoria Histórica
combinar las mismas tácticas de la guerrilla: la vía política pacífica para afrontar las causas sociales, económicas y políticas que alimentaban el conflicto, y la vía armada para eliminar militarmente al enemigo. Además, sostenía, con un lenguaje propio de la Guerra Fría, que Colombia era ya parte del conflicto internacional. 69 Este tipo de posiciones entre los militares se vio reforzada por el contexto continental en el que sus pares habían tomado el poder mediante golpes militares en Chile y Argentina, en 1973 y 1976, y se había exacerbado con la percepción de proximidad de la amenaza comunista, luego del éxito de la revolución sandinista en Nicaragua, en 1979, y los avances de las guerrillas en El Salvador y Guatemala.
En coincidencia con este discurso de la Fuerza Pública, a fines de los setenta comenzaron a aparecer, en distintos puntos de la geografía, grupos armados de autodefensa de diversa índole. Algunos estaban conformados por campesinos dueños de pequeñas y medianas extensiones de tierra, como los que organizaron Ramón Isaza en el margen occidental del Magdalena medio( Puerto Berrío) y Gonzalo Pérez y sus hijos Henry y Marcelo en el margen oriental( Puerto Boyacá), Hernán Buitrago en Casanare y el clan Rojas en El Palmar, Magdalena. Según lo han declarado sus jefes a los fiscales de la Unidad de Justicia y Paz, todos recibieron ayuda del Ejército con armas, municiones, entrenamiento y respaldo en sus operaciones. A pesar de ello, en este periodo dichos grupos continuaron siendo marginales, dentro de la estrategia contrainsurgente de las Fuerzas Militares, lo que era consistente con la creciente ampliación de sus competencias y su influencia dentro del Estado. Se trató de un momento histórico en el que, según señala el investigador Andrés Dávila, se vivió el umbral de la autonomía consolidada y la subordinación mínima de las Fuerzas Armadas frente al Gobierno nacional. 70
Al despuntar la década de los ochenta( diciembre de 1981), una lluvia de panfletos, arrojados desde una avioneta sobre el estadio Pascual Gue-
69. Daniel Pécaut, Crónicas de dos décadas de política colombiana. 70. Andrés Dávila Ladrón de Guevara, El juego del poder: Historia, armas y votos. 148-153. rrero de Cali, anunció la creación de Muerte a Secuestradores − mas −. Esta organización fue creada por un amplio grupo de narcotraficantes a raíz del secuestro por parte de la guerrilla del m-19 de Martha Nieves Ochoa, hermana de Jorge Luis, Juan David y Fabio Ochoa, miembros notorios del Cartel de Medellín. El mas originario persiguió a miembros de esta y de otras guerrillas, pero cuando Martha Nieves fue puesta en libertad, se disolvió. No obstante, el nombre mas y su derivado Masetos, siguieron siendo utilizados por otros paramilitares e incluso por miembros de la Fuerza Pública de manera genérica en varias regiones del país, para disfrazar la guerra sucia que desataron contra militantes de izquierda y líderes sociales. 71
Este despliegue represivo del Gobierno y de los mandos militares bajo la presidencia de Turbay, con el apoyo de los gremios, fue respondido, desde el otro lado, por los avances de las farc y el eln junto con el aumento de las acciones propagandísticas del m-19. En este contexto, la toma de rehenes de la Embajada de la República Dominicana mostró tanto la popularidad del m-19 como la habilidad negociadora del Gobierno de Turbay, que propuso la posibilidad de una amnistía para tratar de recuperar así la iniciativa política. Paradójicamente, el cierre político que tanto se le había atribuido al Frente Nacional tenía una materialidad mucho más contundente ahora que estaba en marcha la etapa posFrente Nacional. Sobre ese trasfondo comenzó una nueva fase de ascenso de las guerrillas.
Las farc, por ejemplo, le pusieron nuevo ritmo a su expansión gradual: a finales de 1979 contaban ya con nueve frentes. Era claro para el Ejército que las farc habían renunciado a su actitud defensiva y, por el contrario, habían decidido seguir multiplicando sus frentes, que se elevaron a 30 en 1986. Para afrontar esta expansión de las farc y la infiltración del m-19 en el sur del país— que logró ocupar transitoriamente Mocoa—, el Ejército envió, desde enero de 1981, varios batallones al Caquetá. El m-19 había abandonado la lucha urbana y había decidido insertarse en las tensiones rurales, especialmente en Caquetá, Huila y el
71. Corporación Observatorio para la Paz. Las verdaderas intenciones de los paramilitares( Bogotá: Intermedio Editores, 2002).
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